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jueves, 29 de enero de 2009

Los círculos habaneros


Waldo Acebo Meireles

Todo el mundo conoce, o por lo menos ha oído hablar de los dibujos de Nazca, pero difícilmente de los círculos habaneros, y no nos referimos a los a los llamados Sociales, ni a los Infantiles, sino a círculos reales que se inscriben sobre el territorio de La Habana.

Estos círculos se pueden apreciar en un mapa 1:50000 o de mayor escala, o si sobrevolamos a buena altura ese territorio, actualmente es posible hacerlo al simplemente buscar las imágenes de satélite, que como la que ilustra este trabajo se pueden observar en distintos ‘site’ de Internet[1].

Puede haberle ocurrido a quien haya tomado alguna de las estrechas carreteras del sur habanero y se haya percatado de que la misma sigue una trayectoria bastante rara, son largas curvas, sin justificación aparente.

Esos caminos y carreteras que presentan extensos arcos de círculos están siguiendo el trazado o linderos de los corrales o haciendas circulares que el Cabildo habanero entregó en posesión a la aristocracia terrateniente de los siglos XVI y XVII básicamente.

¿Cómo han llegado a nosotros estos ‘relictos’[2] con más 300 o 400 años? Empecemos por decir que lo que parecen círculos en realidad no lo son sino que son polígonos regulares de 72 lados que vistos en un mapa, o desde buena altura, parecen círculos perfectos.

Es a partir del siglo XVIII que comienzan las infinitas luchas legales para determinar la posesión, que no propiedad, de estos inmensos latifundios, un corral tenía una legua de radio es decir 4,240 metros, por tanto un corral con la circulación completa, lo cual era raro ya que generalmente era cortado por otros corrales, el caso del corral Melena es una de esas excepciones; tenía 421 caballerías. Un hato con el doble de radio tenía 1,684 caballerías.

A partir de mediados de mediados del siglo XVIII los agrimensores o “amojonadores” que procedieron a delimitar esas mercedes, hicieron su “zafra”, ya que lo que les sobró fue trabajo [y broncas con los que se consideraron afectados por sus mediciones] y crearon esos linderos que fueron respetados al trazar los caminos y que hasta hoy se pueden observar.

¿Se cometían errores?, claro que se cometían, como decía Esteban Pichardo, nuestro ‘Cartógrafo Mayor’: “¿y quién podrá medir una línea de dos leguas en Cuba sin equivocarse en seis varas?”. Claro un error de seis varas representaba unas cuantas caballerías de más, o de menos.

Si los relictos de los corrales y hatos llegaron hasta hoy, sobreviviendo la debacle agraria que ha asolado nuestro país, entonces le podemos augurar una larga vida.

[1] Nos referimos a los grandes arcos de círculos que por ejemplo rodean al poblado de Güira de Melena y no a los pequeños círculos que son sistemas de regadíos que al parecer no dan mucho resultados ya que la mayor parte no presentan el verdor propio a algún cultivo.
[2] El concepto de relicto para referirme a las huellas de viejas construcciones, caminos, etc., en este caso a los linderos de los hatos y corrales lo introduje en el campo de la investigación histórica a partir de mis trabajos en la mapoteca del Archivo Nacional de Cuba. El concepto ha sido aceptado con cierta reticencia por otros investigadores cubanos.

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