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viernes, 23 de octubre de 2009

Sobre el Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana

Waldo Acebo Meireles

Después de casi 40 años de investigación Radamés Giró culminó una obra de inexcusable uso por los interesados en el desarrollo histórico y técnico de la música en Cuba. Publicado en el 2007, aunque fue presentado oficialmente en febrero del 2008, este valioso diccionario en cuatro tomos con más de mil páginas, con profusas ilustraciones, facsímiles, partituras, etc. es una obra de la mayor importancia, según las palabras de Leo Brouwer, porque reseña la historia “desde el maraquero más modesto hasta el paso de Stravinsky por La Habana”

Basta hojear los cuatro tomos para percatarnos de la seriedad con que se llevó a cabo este empeño, en el mismo aparecen no sólo los músicos cubanos, interpretes, autores, arreglistas, etc., sino incluso músicos extranjeros, como señala Brouwer, que actuaron en algún momento en el país, la menciones a Bruno Walter, David Oistrakh, Prokofiev, y muchos otros, denotan una seria búsqueda en el acontecer cotidiano de la música en Cuba. De sumo interés resulta el análisis que sobre Prokofiev realizó en su momento María Muñoz de Quevedo y que Giró incluye en dicha entrada.

Sobre lo anterior debemos abundar, cada entrada incluye una nota o reseña bibliográfica de sumo valor para aquellos que quieran profundizar en el tema tratado; las entradas en aquellos casos necesarios se producen no por los apellidos de los músicos, sino por los apodos con que eran o son conocidos, ¿cómo encontrar a Guyún, por poner un ejemplo, si hubiese sido entrado como González-Rubiera, Vicente?

Hablando de Guyún, el ensayo que dedica Giró a la historia de la guitarra en Cuba es una excelente síntesis, lo de síntesis es un decir ya que comprende 12 páginas, y recorre todo el proceso de incorporación de ese instrumento al acerbo cultural cubano y su desarrollo.

Otra entrada que nos llamó la atención por lo detallado del estudio y los elementos fácticos que recoge, es la dedicada al rock en Cuba, no sólo se analiza como se produce su introducción, como influyó en la música cubana, los grupos de rock que se fueron creando en las diferentes épocas, sino que señala, con claridad: “Los Beatles eran prohibidos, aunque se escuchaban en círculos cerrados, su difusión era subterranea…” fenómeno represivo que se ha pretendido negar.

El estudio sobre Cesar Portillo de la Luz es de un rigor técnico y de una claridad discursiva envidiable, se evitan los lugares comunes y se deja establecida la relación de este autor, y del movimiento del filin, con la trova tradicional cubana.

Hemos mencionados algunos aspectos que, en esta extensa obra de consulta, nos han motivado a escribir esta reseña, pero no quisiera terminar sin señalar que, a diferencia de otras obras relacionadas con esta temática, en esta sí aparecen no sólo los músicos que abandonaron el país en algún momento después de 1959, como Paquito D’Rivera, Olga Guillot, Celia Cruz, Arturo Sandoval y muchos otros, sino incluso se le da entrada a músicos cubanos cuya obra musical se desarrolló fuera de Cuba, como por ejemplo Gloria Estefan y Willy Chirino.

El formato de esta edición de sólo cuatro mil ejemplares es difícil de manejar por su tamaño de 8 x 11, y el papel es infame, pero la obra es digna de los mayores elogios.

jueves, 22 de octubre de 2009

Exilio o emigración.

Waldo Acebo Meireles

En la entrevista que Edmundo García le hiciese a Ramón Cernuda, entre otras cuestiones de sumo interés, se aborda el asunto de la emigración cubana actual y de hecho se establece una diferenciación con etapas anteriores. Aunque Cernuda trata de evitar las generalizaciones ante la pregunta sobre como definir a “estas oleadas de cubanos… son exiliados políticos o son emigrantes”, en definitiva cae en la trampa de aceptar el componente económico como muy importante.

Esa fútil distinción entre emigrante, o exiliado, político o emigrante económico tuvo su origen en Cuba en un sostenido e interesado intento de, primero, establecer una divisoria entre los emigrantes de una época y los de otra; y de paso dejar establecido que los que por medios legales, o no, abandonaban el país no tenían una motivación política, sólo económica, eran equivalentes a todos los que salían de sus países en busca del ‘sueño americano’ y por demás el bloqueo, en el caso de Cuba, está entre las causales de esa emigración.

Cuba fue un país casi totalmente receptor de emigrantes y pasó a ser un emisor de emigrantes y esa sustancial transformación tiene sus raíces y motivaciones, pasadas y presentes, en fenómenos políticos. El reducir las motivaciones a puramente económicas es una solución pedestre que le hace el juego al régimen, que con sus represivas posiciones políticas a destruido la economía del país.

Cuando un joven, por poner un ejemplo, termina su carrera universitaria y comienza a ejercer su profesión por un salario que no puede sustentarlo dignamente y se ve obligado a buscar fuentes alternativas de ingresos por ende ilegales, y es acosado y apresado, finalmente sometido a juicio y enviado a prisión, ¿ante que nos encontramos, si no es ante causales políticas?; y si ese mismo joven decide abandonar el país por cualquier medio a su alcance, y logra su propósito, ¿ante que emigrante nos encontramos, económico o político?

Como alguien en su momento dijo: la política es economía concentrada. Y lo puede ser para el bien y bienestar del país y todos sus ciudadanos, no solo para una elite, o puede ocurrir, como es el caso cubano, para someter una población deseosa de mejorar su situación, y con el instrumental necesario para ello, a restricciones que impiden el desarrollo económico y social del país de una forma normal y sostenida.

El componente ideológico-político de todas las estructuras restrictivas que existen en Cuba con el objetivo de frenar el desarrollo del individuo como ente económico independiente es más que evidente y sus resultados están a la vista. Y esas no son las motivaciones de un mexicano, argentino, o de cualquier otro lugar, que emigra a los EE. UU. a Europa o a la Conchinchina, como es el caso de los cubanos.

Tampoco considero que las diferencias que se pueden observar entre las posiciones que adoptan los exiliados de una época comparados a los de otras se puedan generalizar, ni sean solamente un problema generacional, considero, y aquí que me perdone la paráfrasis el Dr. Sergio López, ese fenómeno histórico conocido como exilio cubano, es algo mucho más complejo y diverso que una simple división generacional, o motivacional. Factores culturales, de posición social, sentimentales, familiares e incluso de haber participado o no en la vida económica y política en Cuba y la cantidad de energías físicas y espirituales empleadas en un proyecto erróneamente considerado como viable, marcan esas diferencias en la diversidad de aprehensión de la problemática cubana y sus posibles soluciones.

sábado, 17 de octubre de 2009

Mi desacuerdo.

Waldo Acebo Meireles

El reciente trabajo de Rubén Zanetti hace algunas consideraciones sobre la Guerra de los Diez Años con las cuales no puedo menos que estar en absoluto desacuerdo.

La primera es la referida a lo que, según él, fueron las motivaciones de Carlos Manuel de Céspedes para lanzar el grito de independencia el 10 de octubre de 1868; si las razones de incompetencia económica que le atribuye a Céspedes fueron sus motivaciones, ¿cómo explica a los demás que se le unieron?, ¿cuáles serían las de Agramonte en el Camagüey, le iba mal en su profesión de abogado?

La segunda objeción es a la pedestre razón que le achaca a Gómez para unirse a las tropas independentistas, le duró bastante el encabronamiento, nada más y nada menos que treinta años de lucha contra el yugo colonial español.

Y finalmente objeto que la Protesta de Baraguá fuese un desatino, en el orden militar era un suicidio, pero políticamente recibió el adecuado tributo de Martí cuando la calificó como lo más glorioso de nuestra historia, el necesario puente entre la guerra fallida y la guerra por iniciar. Por otra parte el ‘embaraje’, que no sólo fue de Figueredo, no pasa en lo absoluto inadvertido en nuestra historiografía.

Creo que para criticar el análisis, por llamarlo de alguna forma, de Antonio Néstor Alvarez Pitaluga no era necesario tan prosaicas y ahistóricas consideraciones, hay unas cuantas cosas de que hablar de las tres o cuatro tonterías que ese ‘analista’ incluyó en sus criterios de ‘modernidad revolucionaria’.

sábado, 3 de octubre de 2009

El final de una pesadilla


Waldo Acebo Meireles

Los últimos 50 años han sido una verdadera pesadilla para la nación cubana, pero dentro de esa gran pesadilla una algo más pequeña pero no por ello menos terrible y de consecuencias nefastas, está llegando a su final: las llamadas Escuelas en el Campo.

Después del fracaso de la “Zafra de los 10 Millones”, al parecer no teniendo otra cosa en que entretenerse, el ‘máximo líder’se lanzó en una nueva aventura que le costaría a la nación billones de dólares, millones de sufrimientos y cientos de miles de jóvenes con serias deformaciones de carácter y un profundo deterioro moral y espiritual.

Entre todos los ‘experimentos’ megalomaniacos que ha sufrido el país este de las escuelas en el campo es el que ha dejado huellas más profundas y terribles ya que actuó sobre la mente y el alma de lo más valioso que tiene cualquier sociedad: la juventud, sus consecuencias se extenderán malignamente en el futuro, afectó y afectará la psicología de nuestra sociedad.

En plano económico quizás también fue de los más costosos, probablemente el más costoso en recursos financieros y materiales. Se construyeron cientos de escuelas y la mayor parte de ella, ya que no en su totalidad, estaban dotadas de un equipamiento de primera clase, esto hay que reconocerlo. Laboratorios de biología, química, y física con un instrumental científico excelente comprados con moneda fuerte en su mayoría, talleres para la educación laboral con herramientas y maquinarias en su mayoría de grado profesional, no simplemente docente.

De todas esas maravillas no queda ni el recuerdo, podríamos explicarnos por qué esos talleres con sus preciadas herramientas, imposibles de adquirir en el mercado legal, fueron desapareciendo casi de inmediato. Pero qué explicación le podemos dar al vandalismo, o el hurto, de instrumentos científicos, como cristalería de laboratorio, microscopios, balanzas analíticas y un larguisimo etcétera.

Muchas escuelas fueron dotadas con bandas de música, cuyo instrumentos: bombos, platillos, redoblantes fueron adquiridos en Inglaterra, y las trompetas en Austria, naturalmente también en moneda fuerte y a elevados precios. Sospecho que esos desaparecidos instrumentos musicales habrán nutrido algún que otro combo de aficionados, por lo menos tuvieron algún uso práctico.

Las edificaciones, a base de paneles de concreto prefabricado, no quedaron indemnes a la pasión destructiva y vandálica, por decir lo menos; los interruptores eléctricos eran desarmados, no solo con la intención de apropiárselos, era otro renglón deficitario en los comercios, sino para producir chispas al poner los cables en corte circuito y así encender cigarrillos, recipientes con alcohol para calentar agua, y otros diversos usos.

Ventanales y puertas sacados de sus marcos y la madera utilizada como combustible para cocinar algún que otro pajarillo, u otros animales que prefiero ni mencionar, o calentar agua para el baño, en ocasiones esas primitivas fogatas se realizaban dentro de los mismos albergues. ¡La barbarie!

Todas estas acciones tienen que haber impactado las mentes de los jóvenes, el hurto, el robo de los almacenes de alimentos, el irrespeto a la propiedad, la destrucción deliberada y consciente de los medios puestos a su disposición, prepararon, y bien que los prepararon, para su integración a la sociedad de los adultos, teníamos ya al ‘hombre nuevo’.

Pero esos aspectos no fueron los únicos integradores de las afectaciones a la personalidad de los alumnos-víctimas, la lista es larga: el aprendizaje de que sólo con fraudes se pueden alcanzar esas notas y promociones increíbles en cientos de escuelas; la pérdida del pudor en las jovencitas que tenían que bañarse, o realizar sus necesidades fisiológicas, en baños sin cortinas o puertas; la temprana iniciación sexual de hembras y varones en muchos casos en lo que, no queda más remedio, que llamar orgías colectivas o grupales; el cambio de favores sexuales por notas u otras ventajas; el espectro es amplio y devastador.

A estas terribles situaciones se le añade el uso de la violencia como método sistemático en la lucha por la supervivencia, la ley de la selva, auspiciada, protegida y recompensada por las direcciones de los centros que utilizaban esos alumnos-matones para el control de la disciplina [¿qué disciplina?] en los albergues y otras áreas. En muchos casos hasta esos miembros de las direcciones, y los profesores, temían subir a los albergues, y no solo al de los varones, el matonismo también imperaba entre las hembras.

Una versión ampliada y aumentada del “El Señor de las Moscas” de W. Golding; la ley del más fuerte generaba situaciones espeluznantes donde no faltaron las perdidas de vidas humanas, o las lesiones graves, provocadas por las riñas y venganzas. Los más débiles se veían sometidos a presiones y tensiones propias de una penitenciaría, ese era su aprendizaje, su bautismo de fuego. Esos infelices en ocasiones merodeaban por los alrededores para encontrar donde dormir, aunque parezca una exageración, llevaban consigo sus pocas pertenencias, eran como nómadas tratando de evitar las prácticas serviles y abusivas a las que se veían sometidos.

Con ello se logró el sano propósito de crear mentes dispuestas a la esclavitud, a la ignominia, a los bajos instinto, a la delación, a las acciones más deleznables, a la violencia. Ese es, y será, el legado de esa monstruosidad que ahora, sin señalar responsabilidades, al parecer terminará dejando horribles penas y sin la más mínima gloria.