Datos personales

Mi foto
Hialeah, Florida, United States

sábado, 3 de octubre de 2009

El final de una pesadilla


Waldo Acebo Meireles

Los últimos 50 años han sido una verdadera pesadilla para la nación cubana, pero dentro de esa gran pesadilla una algo más pequeña pero no por ello menos terrible y de consecuencias nefastas, está llegando a su final: las llamadas Escuelas en el Campo.

Después del fracaso de la “Zafra de los 10 Millones”, al parecer no teniendo otra cosa en que entretenerse, el ‘máximo líder’se lanzó en una nueva aventura que le costaría a la nación billones de dólares, millones de sufrimientos y cientos de miles de jóvenes con serias deformaciones de carácter y un profundo deterioro moral y espiritual.

Entre todos los ‘experimentos’ megalomaniacos que ha sufrido el país este de las escuelas en el campo es el que ha dejado huellas más profundas y terribles ya que actuó sobre la mente y el alma de lo más valioso que tiene cualquier sociedad: la juventud, sus consecuencias se extenderán malignamente en el futuro, afectó y afectará la psicología de nuestra sociedad.

En plano económico quizás también fue de los más costosos, probablemente el más costoso en recursos financieros y materiales. Se construyeron cientos de escuelas y la mayor parte de ella, ya que no en su totalidad, estaban dotadas de un equipamiento de primera clase, esto hay que reconocerlo. Laboratorios de biología, química, y física con un instrumental científico excelente comprados con moneda fuerte en su mayoría, talleres para la educación laboral con herramientas y maquinarias en su mayoría de grado profesional, no simplemente docente.

De todas esas maravillas no queda ni el recuerdo, podríamos explicarnos por qué esos talleres con sus preciadas herramientas, imposibles de adquirir en el mercado legal, fueron desapareciendo casi de inmediato. Pero qué explicación le podemos dar al vandalismo, o el hurto, de instrumentos científicos, como cristalería de laboratorio, microscopios, balanzas analíticas y un larguisimo etcétera.

Muchas escuelas fueron dotadas con bandas de música, cuyo instrumentos: bombos, platillos, redoblantes fueron adquiridos en Inglaterra, y las trompetas en Austria, naturalmente también en moneda fuerte y a elevados precios. Sospecho que esos desaparecidos instrumentos musicales habrán nutrido algún que otro combo de aficionados, por lo menos tuvieron algún uso práctico.

Las edificaciones, a base de paneles de concreto prefabricado, no quedaron indemnes a la pasión destructiva y vandálica, por decir lo menos; los interruptores eléctricos eran desarmados, no solo con la intención de apropiárselos, era otro renglón deficitario en los comercios, sino para producir chispas al poner los cables en corte circuito y así encender cigarrillos, recipientes con alcohol para calentar agua, y otros diversos usos.

Ventanales y puertas sacados de sus marcos y la madera utilizada como combustible para cocinar algún que otro pajarillo, u otros animales que prefiero ni mencionar, o calentar agua para el baño, en ocasiones esas primitivas fogatas se realizaban dentro de los mismos albergues. ¡La barbarie!

Todas estas acciones tienen que haber impactado las mentes de los jóvenes, el hurto, el robo de los almacenes de alimentos, el irrespeto a la propiedad, la destrucción deliberada y consciente de los medios puestos a su disposición, prepararon, y bien que los prepararon, para su integración a la sociedad de los adultos, teníamos ya al ‘hombre nuevo’.

Pero esos aspectos no fueron los únicos integradores de las afectaciones a la personalidad de los alumnos-víctimas, la lista es larga: el aprendizaje de que sólo con fraudes se pueden alcanzar esas notas y promociones increíbles en cientos de escuelas; la pérdida del pudor en las jovencitas que tenían que bañarse, o realizar sus necesidades fisiológicas, en baños sin cortinas o puertas; la temprana iniciación sexual de hembras y varones en muchos casos en lo que, no queda más remedio, que llamar orgías colectivas o grupales; el cambio de favores sexuales por notas u otras ventajas; el espectro es amplio y devastador.

A estas terribles situaciones se le añade el uso de la violencia como método sistemático en la lucha por la supervivencia, la ley de la selva, auspiciada, protegida y recompensada por las direcciones de los centros que utilizaban esos alumnos-matones para el control de la disciplina [¿qué disciplina?] en los albergues y otras áreas. En muchos casos hasta esos miembros de las direcciones, y los profesores, temían subir a los albergues, y no solo al de los varones, el matonismo también imperaba entre las hembras.

Una versión ampliada y aumentada del “El Señor de las Moscas” de W. Golding; la ley del más fuerte generaba situaciones espeluznantes donde no faltaron las perdidas de vidas humanas, o las lesiones graves, provocadas por las riñas y venganzas. Los más débiles se veían sometidos a presiones y tensiones propias de una penitenciaría, ese era su aprendizaje, su bautismo de fuego. Esos infelices en ocasiones merodeaban por los alrededores para encontrar donde dormir, aunque parezca una exageración, llevaban consigo sus pocas pertenencias, eran como nómadas tratando de evitar las prácticas serviles y abusivas a las que se veían sometidos.

Con ello se logró el sano propósito de crear mentes dispuestas a la esclavitud, a la ignominia, a los bajos instinto, a la delación, a las acciones más deleznables, a la violencia. Ese es, y será, el legado de esa monstruosidad que ahora, sin señalar responsabilidades, al parecer terminará dejando horribles penas y sin la más mínima gloria.

1 comentario:

  1. Excelente comentario, vivido, veraz, testimonial. Solo a una mente diabolica se le ocurrio semejante monstruosidad y doy fe porque vivi durante algun tiempo en ese ambiente sordido.Lo felicito, vivo en su misma ciudad. palaceno@yahoo.com es mi correo.

    ResponderEliminar

Los comentarios deberán estar relacionados al asunto que se comenta, lo cual debería ser lo normal, y se debe evitar el uso de peyorativos e insultos personales.