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domingo, 26 de octubre de 2008

Caturla en White


Waldo Acebo Meireles

No, no es José White interpretando alguna pieza de Caturla, en 1922 cuando este ultimo escribió su primer obra, White llevaba muerto 4 años. Nos referimos a Charles W. White, este acucioso investigador norteamericano que ha escrito la más completa, analítica y profunda biografía del músico cubano.

Podemos recordar al maestro, el aniversario de su muerte por una mano asesina, se conmemorará el próximo 12 de noviembre, a través de esta obra que le tomó a White más de una década de investigaciones.

White no se limitó, como es habitual, a revisar una más o menos extensa bibliografía, en su caso extensa y variada; sino que acudió a los originales: manuscritos, partituras, cartas. De igual forma apeló a las más diversas personas que de alguna forma tuvieron contacto, profesional o personal, con Caturla y de ellos recogió impresiones, anécdotas y valoraciones. Los hizo a tiempo ya que, como el va indicando en su obra, la mayor parte ha desaparecido. Su contacto con los materiales que se conservan en el Museo de Música se produjo en 1991, cuando ya él había avanzado en el proceso investigativo, es decir que cuando se enfrentó con los valiosos materiales allí atesorados, su acervo estaba preparado para el riguroso examen que de estos se necesitaba.

Recorrió los lugares donde trabajó o vivió Caturla, caminó por la calles de Remedio y de Caibarién, por las de Santiago de Cuba y Santa Clara; por el poblado de Quemado de Güines y el de Palma Soriano; en conclusión buscó y rebuscó en todos los lugares donde alguna huella de Caturla pudiese haber quedado.

De todo ese peregrinaje, de toda esa búsqueda en las fuentes primarias, de todo ese estudio a profundidad, pudo haber salido una obra pedante, académica en el peor sentido que le podamos dar al término, pero no fue así, por suerte, es una obra de fácil lectura que evita los tecnicismos pero que sin embargo establece el alcance de la obra de Caturla.

En mi criterio uno de sus grandes aciertos es que el análisis musical está inmerso en el coherente discurso biográfico, y este se aborda desde una perspectiva sociológica bien marcada, el ambiente familiar, el de las pequeñas poblaciones del interior cubano, el de las corrientes ideológicas y políticas de esa época son expresadas de manera entrelazada y coherente con el objetivo que se propuso el autor.

El análisis de la personalidad de Caturla es otro aspecto de inestimable valor, se razona sobre su pensar, su actuar, se establecen su normas éticas, se definen sus ambivalencias sin pretender ningún juicio, se da la imagen de un hombre, de un artista en su contexto y su forma de entender y actuar en el mismo.

La vida íntima de Caturla queda claramente expresada, sin ninguna mojigatería, se dice lo que fue: un blanco que le gustaban las negras, que tuvo 8 hijos con la primera y 3 más con la hermana de esta. Pero que nunca se casó con ellas.

Por otra parte cuando terminamos de leer la obra nos queda un sentimiento, una inquietud, un no se qué. ¿Cómo este hombre pudo hacer tanto en tampoco tiempo y en un medio como el que le tocó nacer, vivir y crear? Y claro que no nos referimos a los 11 hijos, aunque esos cuentan.

Alguien podrá señalar alguna que otra pifia en la obra, las hay, pero son mínimas, en más de una ocasión producto de su ignorancia del idioma, [tuvo que recurrir a traductores] y del medio; por ejemplo una que me resultó simpática es en el pie de nota a una foto de la tarja que se encuentra en la casa natal de Caturla, el autor supone que cuando dice PP Remedios lo que quiere decir es: Por el Pueblo de Remedios y no Poder Popular de Remedios, hubiese sido mejor la interpretación de White, con menos sabor burocrático.

La obra se redondea con un catálogo de las obras de Caturla y un excelente índice de esas obras dentro del texto, y finalmente se incluye un CD con varias obras de Caturla entre ellas una jamás grabada y otra que sólo aparece en un LP de los años 70 del sello Areíto y que fue de una muy reducida edición[1] Más abajo aparecen varios ejemplos de ese CD, incluyendo Monsieur l’agriculteur [pieza satírica para piano]

A cinco años de la publicación de este libro algo nos sorprende, claro que el mismo nunca será un ‘bestseller’, el tema no tiene suficiente ‘onda’, es definitivamente algo que aunque no sea necesariamente para entendidos, si es para quien tenga alguna afinidad hacia la temática de la música, digamos, ‘culta’ en Cuba. Lo que en realidad me sorprende es que en los medios cubanos, ni de aquí ni de allá, ha aparecido ni la más breve reseña, ni la más mínima crítica, como si no existiera.

Qué ha pasado, no lo se, ya que el autor fue en extremo cuidadoso y precavido[2] en el tratamiento del tema, solo se me ocurren dos cosas, [yo soy un tanto paranoico] la primera es una nota al pie de la página X en que señala que le llamó la atención que en el Museo Provincial de la Música en Remedios, donde se atesora hasta el traje que llevaba puesto el día en que fue asesinado [el autor un tanto sorprendido señala que se pueden ver las perforaciones de los proyectiles] y el arma que fue utilizada, sin embargo no existe la más mínima mención a sus esposas e hijos, ni una foto, nada, nada. Esa exclusión da varias cosas en que pensar.

La otra, el uso de fuentes testimoniales de personas en Miami y otros sitios de los EE. UU., incluyendo a una prima del compositor, Olga Caturla de la Maza. Quizás solo sea un problema de la barrera idiomática, pero ya lo he dicho, como buen cubano yo soy paranoico.[3]

No encuentro otra razón, releí el libro antes de redactar estas notas y francamente no encuentro el motivo para este ostracismo intelectual, o referencial, del mejor estudio que se ha hecho, no sobre Alejandro García Caturla, no, me atrevo a decir que sobre un músico cubano, incluyendo a Lecuona[4].

[1] La pieza que aparece en lo que podemos llamar primera grabación mundial es “Monsieur l’agriculteur [pieza satírica para piano] no sólo nos recuerda a Erik Satie por el nombre, sino por su factura, probablemente fue concebida como un homenaje al músico vanguardista que él admiraba.
[2] El humor criollo considera que si usas tirantes además del cinturón eres muy precavido, ese es el caso del autor que aparece en una foto con la viuda de Caturla, en Guanabacoa, mostrando que el vale por dos.
[3] Estas ‘razones’ podrían explicar el silencio de allá, ¿pero de aquí? White se merece algo, aunque sea una breve notica. Esto me justifica.
[4] Perdonen la herejía pero aquí incluyo la biografía de Lecuona de Orlando Martínez.

1.- Danza No. 2 La viciosa [1924]



2.-Monsieur l’agriculteur [pieza satírica para piano][1927]



3.- Cuarteto-Danza [1927]



4.- Mulata (Lied para voz y piano sobre un texto de Nicolás Guillén)[1933] [frag.]



5.- Berceuse para dormir un negrito para piano [1937][frag.]

domingo, 19 de octubre de 2008

El asunto agrario

[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

Dos recientes artículos, uno de Fareed Zakaria y el otro de Leonardo Calvo Cárdenas abordan el problema de la propiedad agraria, este ultimo señala al final de su artículo, refiriéndose a las recientes regulaciones que intentan una redistribución de los inmensos latifundios estatales, pero con las consabidas limitaciones de adecuación política del presunto destinatario y otra trabas e inconvenientes a los que nos referiremos más abajo: “Cada minuto que se pierda para abrir los espacios al libre desenvolvimiento de los ciudadanos y reordenar en positivo las relaciones económicas internas será nefasto para el reto de construir la Cuba de prosperidad y equilibrios soñada por tantos años.” Zakaria nos dice casi exactamente lo mismo pero quizás con mayor claridad: “In most developing countries, land is the most important asset, and is key to economic and thus political power… The solution is land reform, an orderly redistribution of assets” [En la mayor parte de los países en desarrollo la tierra es el más importante activo, y es la clave para el poder económico y político… La solución es una reforma agraria una ordenada redistribución de los bienes”].

Reforma agraria hemos padecido de varias, y no me refiero solo a las de 1959 y 1963, aunque esas fueron las únicas que jurídicamente se presentaron como tales. A la llegada del conquistador y procederse a los repartos de tierras, y de paso de los indios encomendados, se produjo lo que podemos llamar nuestra primera reforma agraria. De una posesión natural de la tierra, más que posesión un uso, en la cual el aborigen se asentaba y utilizaba el medio como base de su sustento de manera natural sin otro ánimo que ese, de ese estado primigenio, cuasi edénico, pasamos a una posesión refrendada por la fuerza y la aplicación más o menos consecuente de las ‘Leyes de Indias’.

El cabildo de La Habana con alegría y entusiasmo repartió corrales, hatos y estancias al ‘buen tun tun’, generando tal desastre que tomó varias décadas el solucionar el enredo que crearon. Eran aquellos inefables tiempos en que al recibir una real orden, que generalmente llegaba con casi un año de retraso firmada por la augusta persona, ni resolvía la situación que había demandado el interés del Rey, ni se ajustaba a los deseos de la poderosa, relativamente, oligarquía habanera. De ahí la deliciosa actuación de los regidores que tendría gran trascendencia en la sociología del cubano de los siglos posteriores, y que consistía en poner sobre su cabeza la orden real y proclamar con voz profunda y bien articulada: ‘Se acata… pero no se cumple’.

Pero llegó el siglo XVIII y el desarrollo de la industria azucarera se encontró, entre otros variados problemas, el del asunto de la posesión, que no era propiedad, de la tierra. Cómo iniciar una industria que requería, aún en aquellos primeros tiempos, de una inversión de capital que se tendría que realizar sobre la base de una ‘no propiedad’ del principal activo: la tierra.

No, a nadie se le ocurriría emplear su capital en y sobre algo de lo cual solo tenía en el mejor de los casos un simple registro en las actas del Cabildo y que podía en cualquier momento ser retomado por su verdadero, por la gracia de Dios, propietario: el Rey.

El proceso de transformación de los corrales y hatos en pequeñas, medianas y grandes haciendas llevó años, miles de miles de legajos en el Archivo Nacional de Cuba recogen las batallas legales que se originaron en el proceso que conocemos como demolición de las haciendas comunales. Ese proceso que para ser completado requirió la sabiduría, habilidad y el ingenio de varios funcionarios y decenas de miembros de la naciente burguesía; marcó las bases para que la tierra, el principal activo, no sólo dejara de ser una posesión sino propiedad con todas las prerrogativas que de tal estatus se derivan, lo cual incluye su enajenación en un acto de compra y venta, dentro de los cánones del mercado capitalista.

Con el surgimiento del mercado de tierra se abrió una nueva etapa en esa reforma agraria y con ella la acumulación de tierras en pocas manos pero ya no como una posesión, sino como una propiedad, se desarrollaron las formas de explotación de la mano de obra que correspondía a esa nueva estructura con el aparcero, el arrendatario, el precaristas, todas ellas formas no feudales, como gustan de señalar ciertos historiadores, sino como formas de explotación vinculadas a la economía mercantil. La tierra misma era una mercancía.

Sobre la explotación del esclavo y paralelamente a esa estructura no clásica de esclavitud se desarrolló esas otras formas de apropiación del trabajo ajeno. Cultivos como el del tabaco generaron una incipiente pequeña burguesía agraria y el desarrollo de la industria azucarera con la entrada de los adelantos técnicos en el siglo XIX fue preparando las bases del colonato, que nada tiene que ver con la forma de explotación del mismo nombre en los años finales de Roma, y que fuese precursora de las estructuras feudales.

El colonato en Cuba es la peculiar manera en que la separación de la industria de la agricultura se desarrolló, el mismo se agilizó con las guerras independentistas ampliando las bases de una burguesía agraria que tendría en la república un importante papel en los campos cubanos.

Otros menos importante procesos de transformación agraria se produjeron en el siglo XIX como la desaparición de los llamados ‘bienes de mano muertas’ que eran posesiones de la Iglesia y que resultaban en grandes posesiones generalmente improductivas,

Al finalizar la guerra de independencia en 1898, prácticamente la estructura agraria de Cuba estaba finalizada y refrendada jurídicamente. Dos interesantes procesos se destacan a partir de ese momento: Uno la penetración del capital norteamericano y la compra de tierras que entre otros Sanguily y Juan Gualberto Gómez trataron de frenar, lo cual visto desde la actual perspectiva era una tarea imposible, ya que se enfrentaban a las fuerzas del mercado capitalista, a sus avatares, a sus altas y bajas.

El otro y que, también queremos analizar desde la perspectiva actual, fue el proceso de reconstrucción de la agricultura después de los terribles destrozos ocasionados por la guerra, en particular en las provincias occidentales.

La tea, y más que la tea la ‘reconcentración’ dejaron nuestros campos desiertos, pocas cabezas de ganado en el occidente se salvaron del bandolerismo, las necesidades de las tropas españolas y mambisas, y de la hambruna generalizada. Los cultivos eran prácticamente inexistentes y sólo en los alrededores de las zonas fortificadas que defendían las poblaciones rurales. El censo de de 1899 deja claro los estragos sufridos por la guerra, el del 1907 nos deja entrever que esos estragos fueron superados en menos de los 8 años transcurridos de un censo al otro.

¿Cómo se produjo eso que podemos llamar milagro económico? Tomemos en cuenta que ese proceso en nada dependió de inversiones extranjeras, sólo las pequeñas aportaciones de capital comercial en forma de ‘refacción’, de larga tradición en nuestros campos, y que generalmente era suministrada o por pequeños comerciantes de la zona o por otro campesino, pero esto último no era lo común.

Sin bueyes, con la tierra yerma y necesitada de una profunda preparación, casi sin aperos, el campesino se aprestó, en primer término a alimentar a su familia y después a producir para el mercado. El campo rindió frutos y las hambrunas desaparecieron, y ninguna ayuda se recibió para aliviarla, fue el trabajo el que dio la solución. Para 1907 la población en la mayor parte de los pueblos y ciudades afectadas por la guerra se había recuperado y en muchos de ellos se incrementó con relación a 1895.

Sin empréstitos, ayuda o inversiones extranjeras, sin bancos que financiara la recuperación económica se logró la misma.

El siglo XX profundizó y expandió las formas capitalistas de explotación agraria sin con ello admitir que esto generó en todos los planos las más adecuadas formas de distribución y explotación de la tierra. El latifundio improductivo fue un mal de la república que intentó tibiamente eliminar en la Constitución del 40, ello justificó la reforma agraria de 1959 que tenía un fuerte fundamento económico y social, aún cuando el postulado ‘la tierra para quien la trabaja’ quedara prácticamente incumplido con la constitución de las ‘granjas del pueblo’ y las demás invenciones nominales que no fueron más que formas mal aplicadas de capitalismo de estado. El proceso refrendado por la llamada Segunda Reforma Agraria en 1963 ya carecía de un fundamento económico, su justificación era ideológicas y sus resultados la expropiación del campesino medio.

El desastre generado se hace evidente cuando tomamos la propia Habana que antes de 1959 prácticamente se auto abastecía, alrededor de la ciudad existía un cinturón de pequeñas propiedades que suministraban la leche, junto a modernas plantas para procesarla, además las legumbres y otros alimentos eran producidos a menos de 15 kilómetros del Capitolio, las lechugas y otras actuales rarezas eran sembradas por los chinos en pequeñísimas parcelas bien regadas por los pequeños arroyos tributarios del Almendares. La genial invención del Cordón de la Habana solo trató de reproducir algo que había existido y funcionado sin dificultades, dentro de la estructura de la agricultura mercantil.

Es mi criterio que el problema agrario es básico: Cuba es un país agrario, lo sigue siendo, a pesar de que su población urbana es mayoritaria, por tanto la solución del problema agrario es vital.

Sin embargo cuando leemos, o escuchamos, los proyectos que en ocasiones, por cierto que no muchas, se han elaborado para la reconstrucción del país, este primordial tema ni se menciona. Tomemos un ejemplo reciente que con el título de “Para propiciar el día después” realiza una serie de proposiciones de que hacer para ese esperado día, y después. Podemos estar o no de acuerdo con lo que propone, pero lo que si consideramos un serio error es el pasar por alto qué medidas se tomaran con la propiedad agraria, qué se hará con los grandes latifundios estatales, cómo se va a lograr reconstruir la clase campesina virtualmente desaparecida, cómo se va a lograr elevar la producción alimentaria. Quién y cómo va a facilitar los recursos económicos, imprescindibles en la actualidad, para llevar la agricultura a los niveles de producción necesarios.

Todos estos cometidos son impostergables para la recuperación económica del país y en particular para sentar las bases, por lo menos las bases, de una sociedad democrática, qué con ello no bastará, claro que no, pero sin ello considero que será imposible.

Necesitamos otra reforma agraria.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Mambises: Un "mito" legítimo


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Por Waldo Acebo Meireles

La colaboración de José Ramón Morales “El mito de los mambises” merece algunos comentarios.

Comencemos por decir que “la abundante información con que contamos hoy en día” no necesariamente se convierte en una mayor profundidad del conocimiento, en ocasiones todo lo contrario, sobre todo cuando está mal digerida esa información, o no se posee el método de análisis necesario para evaluar dicha información.

La Historia de Cuba sin lugar a dudas siempre ha sido contada, a nivel escolar, “de una forma muy romántica y bonita”, sospecho que ese romanticismo no es privativo solo de la escuela cubana. Pero aquellos que llegados a la madurez decidiesen abandonar los cuentos de hadas lo podían hacer sin tener a su alcance las actuales fuentes de información.

Los diarios y crónicas de guerra escritos no solo por los oficiales del Ejército Libertador sino también por soldados de fila, dejan bien en claro los horrores y atrocidades de una guerra que fue, como toda guerra, terrible.

Esos valientes hombres, seres humanos con sus virtudes y defectos, esos mambises sin acceso a Internet, de pronto quedan a igual nivel de valentía con “algunos historiadores que han sacado a la luz pública datos que se nos eran negados o que al menos los historiadores habían obviado en sus libros”.

Rechazar y criticar las hagiografías no significa vilipendiar y arrastrar por el lodo a aquellos hombres que lo dieron todo, incluyendo sus haciendas y vidas, por Cuba.

1821 y 1834 fueron breves respiros contitucionales, aceptados a regañadientes, por los peninsulares en los altos puestos de la burocracia colonial, la autonomía de 1897 no fue más que un intento fallido de España de apaciguar a los cubanos y sus ansias separatistas. Sin embargo debemos aceptar que los dos períodos constitucionales no han sido debidamente estudiados, ni adecuadamente abordados en la historiografía nacional. Es mi criterio personal que ambos períodos a pesar de su brevedad fueron escuela de autogobierno e influyeron positivamente en la formación de la nación cubana. Pero esos respiros fueron cortos, fugaces, breves entreactos en la sostenida política de las facultades omnímodas de los Capitanes Generales, la cual, para ser honesto, tenía una considerable base de apoyo en la población de la Isla.

“Resulta que la mayoría del pueblo cubano estaba por la Autonomía. Eso es algo de lo que nunca se me dijo en la escuela y que no se habla”, ¿de dónde salió esta conclusión? ¿Quién hizo este poll en la población cubana de entonces? Que habían simpatizantes de la Autonomía, sin lugar a dudas, que en esa corriente política, heredera del reformismo de inicios y mediados del XIX, había una representación respetable de lo mejor de la ‘intelligentsia’ de la época es una realidad histórica innegable, pero de ahí a definir esa corriente como la predominante va un largo trecho.

Pero entremos a un asunto a un más serio: “Según las órdenes del General dominicano Máximo Gómez, había que destruirlo todo, los cañaverales, los ingenios, los ferrocarriles que tanto trabajo y sangre costó construirlos. Iban por los pueblo incendiando casas, negocios, etc.”, y por esa línea siguen ideas tan infelices como que la Reconcentración de Weyler fue la respuesta “que nunca analizamos” a las salvajadas de Gómez y Maceo, estamos aquí a punto de justificar a Weyler y condenar a nuestros mambises, que por cierto no andaban por ahí quemando pueblos.Estoy de acuerdo con eso de: “que en honor a la verdad y a la Memoria Histórica cubana, se debe estudiar bien todo y balancear la información”, pero lo que menos tiene el trabajo que comentamos es estudio y balance lo cual queda evidenciado cuando en un párrafo más abajo se dice que: “Se sabe que la mayoría de los mambises eran haitianos y jamaiquinos que ni siquiera hablaban español.” Falta de estudio de los documentos y testimonios de la época; que eran negros la mayoría de los soldados de fila del ejercito mambí, de eso da testimonio hasta el mismo Gómez en su Diario, pero hatianos y jamaiquinos, vaya esa si que es tan nueva como la Internet.

Y finalmente de qué balance se habla cuando se dice con tranquilidad algo como esto, refiriéndose al “General dominicano Máximo Gómez” [que entre paréntesis finalizada la guerra y en plena ocupación norteamericana fue recibido en la Habana como lo que era: un héroe, con las multitudes abalanzándose sobre él para tan siquiera tocar brevemente u observar desde lejos al líder de ese mambisado salvaje y sanguinario]: “Quizás al ser extranjero no le importó destruir la economía del país y sobre todo los ferrocarriles que son nuestro orgullo, pues fuimos después de EU el primer país en tenerlos.” Vaya que si esto es balance y objetividad que nos coja Dios confesados.