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martes, 30 de diciembre de 2008

Otro olvidado: José Echániz



Waldo Acebo Meireles

Guanabacoa puede blasonarse de haber sido cuna de músicos tan distinguidos como Ernesto Lecuona, Ignacio Villa [Bola de Nieve] y José Echániz quien nació en esa ciudad el 4 de junio de 1905; todos ellos con una fuerte raigambre en nuestra nacionalidad.

En 1922 con solo 17 años realizó su primera presentación en los EE.UU., en el Carnegie Hall, dicho debut con obras de Edward MacDowell, Frederic Chopin, Claude Debussy, Isaac Albéniz y Eduardo Sánchez de Fuentes [‘Guajira y Canción’, y ‘Danza’[1]] nos deja entrever, ya desde sus inicios como concertista, una determinada dirección en la confección de su repertorio, brindándole atención a compositores cubanos, españoles y de Latinoamérica, lo cual se reflejará, con posterioridad, en su breve, pero sustancial producción discográfica.

A partir de ese año comienza una larga carrera enmarcada en su labor de concertista; como pianista acompañante de cantantes como Tito Schipa; director de orquesta y como maestro, labor esta última que sin lugar a dudas le restó tiempo para el desarrollo de su actividad de concertista. A pesar de ellos realizó conciertos en Europa, EE. UU., y Cuba como solista y con orquestas conducidas por directores tan afamados como: Vladimir Golschmann, Sir Eugene Goosens, Dmitri Mitropoulos, Howard Hanson, Erick Leinsdorf, Massimo Preccia, Gonzalo Roig y José Iturbi, entre otros.

En 1944 integra el claustro de profesores de la "Eastman School of Music" que está considerada entre los tres primeros conservatorios de los EE.UU. Su labor magisterial con una fuerte disciplina interpretativa y un sólido conocimiento de los clásicos incluía entre otras la interpretación del ‘Clave bien temperado’de Johann S. Bach, los 27 concierto para piano de Mozart. Su labor en ese centro docente incluyó la creación del ‘Lake Placid Chamber Music Festival’ y del ‘Lake Placid Trio’.

Su discografía comienza de una forma no realmente discográfica: Son sus grabaciones de rollos de pianolas [pianos mecánicos] que realizó a inicios de los años 20, para la compañía Ampico, en esos momentos las grabaciones acústicas no eran muy apropiadas para la sonoridad del piano. Para ese medio grabó una ‘Rapsodia cubana’ sobre la base de temas de Ignacio Cervantes los cuales Echániz arregló. Esa misma pieza fue en 1926 grabada[2] para la Columbia en el disco 142-M de 78 rpm, para esa misma compañía grabó varios más entre ellos Tango de Albéniz; Minuet de Bizet; Habanera y La Bella Cubana de José White; ¡Viva Navarra![3]de Joaquín Larregla en un arreglo de Echániz y varias acompañando al tenor Tito Schipa.

En los años 60’ realizó varias grabaciones para Musical Heritage Society, entre ellas se destaca una grabación de música de Lizt que fue realizada en una sola toma lo cual no era, ni es, lo común. En 1973 participó en la grabación de la Sonata para viola y piano op. 11 # 4 de Hindemith para el sello Concert Hall. Pero lo más importante y significativo de su discografía se encuentra en las múltiples realizadas para el sello Westminster entre 1953 y 1958. Fueron 10 LP que recojen mucho de lo mejor de la música pianística de España, Cuba y Latinoamérica. Entre los compositores interpretados por él se encuentran: Albéniz, Francisco Mignone, Alejandro García Caturla, Gisela Hernández, Carlos Chávez, Falla, Granados, Camargo Guarnieri, Lecuona, Mompou, Heitor Villa-Lobos. Destaquemos que las ‘Danzas Españolas’, completas, de Granados; así como el ‘Prole do Bebe’ de Villa-Lobos fueron primeras grabaciones mundiales.[4]

Quisiera detenerme en la grabación de la música de Lecuona. Este es el Westminster WL 5343 que en los años 70 se reeditó con el serial XWN 18435 y una carátula diferente, por cierto pésima. En mi criterio es una de las mejores interpretaciones de la música de Lecuona y probablemente la primera grabación de la Suite Española Andalucía. Este LP consta de tres partes la Suite ya citada, con cinco piezas; Danzas cubanas con seis y Danzas Afrocubanas también con seis.

Sin lugar a dudas Thomas Tirino realizó un valioso esfuerzo al compilar las obras de Lecuona en cinco CDs, con incluso algunos estrenos mundiales, pero, en mi criterio el ‘rubato’[5], tan utilizado por Lecuona, es en sus interpretaciones poco adecuado, sin contar con la falta de la necesaria intensidad rítmica que requieren las obras de Lecuona. En esto de las interpretaciones hay un amplio factor subjetivo, pero en mi criterio el mejor intérprete actual de Lecuona es el cubano Huberal Herrera que realizó una versión no tan amplia de las obras de Lecuona en tres CDs[6], que abarca lo principal de la obra pianística de Ernesto Lecuona.

El 4 de noviembre de 1969 la "Eastman School of Music" brindó un banquete homenaje a Echániz, con doscientos invitados, por sus 25 aniversarios en el conservatorio y los logros alcanzados. Dos meses antes él había celebrado el 40 aniversario de su boda con Dulce quien estuvo con él hasta que el cáncer lo derrotó, su muerte ocurrió el 30 de diciembre de ese mismo año, en Pittsford, NY.

Su último concierto en Cuba fue en el Auditórium en 1958, jamás regresó.


[1] Lo más probable es que en esa ocasión las obras de Sánchez de Fuentes fuesen interpretadas por primera vez en los EE.UU.
[2] Ya en esta grabación fue utilizada la grabación eléctrica que recién comenzaba.
[3] Esa pieza puede ser escuchada siguiendo este link
[4] Ninguna de estas grabaciones desgraciadamente han sido transferidas a formato CD y esos LP son de díficil, si no imposible, obtención. La Naxos Classic Archive ofrece dos de estas grabaciones en formato digital [mp3] pero no pueden ser obtenidas desde territorio norteamericano debido a restricciones legales.
[5] El ‘rubato’ es en cierta forma una licencia interpretativa que le permite al solista alargar o acortar una nota con lo cual se produce una modificación del tiempo.
[6] Pueden ser adquiridos en Rhapsody.com o en emusic.com, en formato mp3.


Sobre los ejemplos musicales:

 Los ejemplos musicales que más abajo aparecen fueron transferido por mi del formato analógico al digital, además de eliminar los ruidos propios a los discos de vinyl. Los tres primeros ejemplos corresponde al LP WL 5343 de la Westminster y los otros dos restantes al LP XWN 18430 también de la Westminster, ambos grabados en los años 50

 La archí-conocida ‘La Comparsa’ de Ernesto Lecuona que aquí se nos presenta interpretada con habilidad en especial en la dinámica del crescendo y decrescendo que es parte inalienable de la obra y que muchos intérpretes pasan por alto, la mano izquierda mantiene un osstinato rítmico con la que empieza y termina la obra.




‘En tres por cuatro’ de Ernesto Lecuona, a pesar de lo que su nombre indica no es propiamente un vals, es un tema profundo, serio, cargado de dramatismo, que ofrece un contraste dentro de la obra pianística de Lecuona.




‘Danza lucumí’, también de Ernesto Lecuona, sus incursiones en los ‘toques’ en su natal Guanabacoa debe haber inspirado esta obra que presenta una estructura muy similar a ‘La Comparsa’, pero integra algunos elementos que nos recuerdan a Ignacio Cervantes.





Gisela Hernández, murió en 1971 sin recibir el reconocimiento que en vida merecía, posiblemente debido a sus preferencias sexuales. No conozco más que cinco obras suyas grabadas, la que aquí ofrecemos es una de ellas. Su tema es bien conocido, pero sobre el mismo ella realiza una serie de variaciones y desarrollos de sumo interés y dificultad.






Estoy completamente seguro de que esta fue la primera grabación de la ‘Berceuse campesina’, de Alejandro García Caturla, presten atención al tema bucólico sin caer en una copia de una tonada campesina sino como una recreación en forma de ‘canción de cuna’, ‘lullaby’, o ‘berceuse’.


Investigar, pensar e historiar


[Publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

El artículo de Laura García Freyre en Cubaencuentro es una buena lectura para este fin de año. Su autora traza con rapidez y bastante precisión los diversos momentos de la evolución de la historiografía criolla, después del 59, y coincidimos con ella en que aquel discurso kilométrico que concluye, más que con una reafirmación de Carlos Manuel de Cespedes[1], con el supuesto espaldarazo de aquellas desaparecidas generaciones a la de estos detentadores del poder, de la verdad, y de la máxima expresion de la cubanidad. Este baño en las aguas lustrales de la revolucion inconclusa e infinita [suena trotskiano, verdad] marca el comienzo de la narrativa histórica revolucionaria.

A partir de ese luminoso momento comenzó a retorcerse todo la historia en la consecución de fines nada históricos sino politicos en la peor forma de tomar este término, es decir como justificación de los más nimios o serios cambios en los objetivos inmediatos del estado..

Así un hecho puntual como la Protesta de Baraguá, una hombrada no solo militar, sino política, pasa a ser ‘eterna’ y por ende pierde su sentido y verdadera proyección; de aquí que Martí sea el autor intelectual de algo que estaba en total contradicción con su pensamiento politico, Marti no era un ‘pushista’; de ello que algunos investigadores le dedicaran su tiempo a encontrar las sutiles e impalpables relaciones entre los revolucionarios rusos del siglo XIX y los ya bastante sufridos mambises; por ello encontramos en los barcos negreros y en la explotación de los esclavos en las haciendas cubanas, la justificación de ‘nuestras’ aventuras militares en Africa. Y así hasta el nauseum.

En mi criterio, el que por otra parte es un excelente artículo, se queda corto en dos aspectos de suma importancia. El primero es que no se aborda la historiografía previa al 59 y ella no podrá ser ignorada en un futuro como se hizo y se continua haciendo; por poner un ejemplo, no podremos, o no deberíamos, obviar la obra de Herminio Portell Vilá para un serio analisis de las relaciones Cuba-EE.UU. en el siglo XX. El segundo aspecto es aquel en que limita a los años 90 el inicio de una etapa de aborde del pasado desde el punto de vista social.

En realidad esta corriente siempre ha estado presente y ha dejado obras publicadas de gran interés, o ha estado inmersa en el cuerpo de obras de variado tono. Por otra parte la publicación de temas de historia regional, de historias particulares, como la arquitectura habanera, tienden ha separarse del dictado institucional, aunque tengan que realizar alguna concesión menor en aras de su publicación.

Por ultimo, existe cierta historiografía, digamos ‘underground’, que se va realizando plena de dificultades por investigadores que, en ocasiones aprovechando cierto status, logran acceso a fuentes primarias, en otros casos el uso de las técnicas propias de la historia oral va dejando un sustrato que será base de una más diversa y necesaria historiografia de Cuba.


[1] Que pocos años antes había sido separado hasta de nuestra iconografía monetaria, por burgués y esclavista

domingo, 28 de diciembre de 2008

Visión del Mall


[Publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

Hace un montón de años que, en Cuba, leí un artículo acerca de la nueva concepción que en el orden de la integración y recreo de la comunidad constituía la aparición de esos monstruos comerciales llamados ‘mall’.

A mí llegada a este país visité, más o menos obligado, dos o tres de ellos y aquella visión paradisíaca y bastante utópica no me resultó evidente, nada de una comunidad disfrutando de las delicias de los largos y anchos pasillos, de los jardines interiores y otras maravillas similares.

Todo eso hasta hoy, en que acompañe a mi esposa al deportivo ejercicio de cambiar y/o devolver regalos recibidos por la Christmas. Cómo mi aversión por las colas [líneas] tiene profundas raíces decidí limitar mi enojosa compañía a sentarme en el más cercano banco que encontré en el Westland Mall, mejor conocido como el ‘elmoldejayalía’, ahí bien cerquita de la puerta, a unos pasos de una circunferencia donde osos pardos y pandas, burros, elefantes, y otros seres que no pude identificar esperaban por los niños, y los padres que pagasen, por dar unas vueltas en esos seres extraordinarios.

Al poco rato un señor bastante mayor llegó y se sentó a mi lado, unos minutos más y apareció otro, intercambiaron algunas palabras que no pude distinguir y apareció otro más, de aproximadamente la misma edad, esa edad indefinible que está entre ir al cementerio y que te lleven, lo cual no es igual.

Sin ser muy suspicaz supuse que eran tres retirados que se reunían allí a intercambiar y que en este caso yo le había aguado la fiesta. De vez en cuando pasaba alguna pareja, también sex o septuagenaria [lo de sex está referido a sexto] saludaba amigablemente y continuaba su camino.

Me empecé a dedicar a determinar cuales de las mujeres que iban a pasar frente a mi movería, o no las caderas, lo cual es un complejo análisis, que requiere una rápida coordinación de la visión frontal, ancho de las caderas, formas de vestir, edad y otros parámetros que no declaro para que no me roben el método.

Mientras yo estaba ocupado en tan grave disquisición una mesa en el ‘food court’ que me quedaba a escasos diez metros enfrente empezó a poblarse de personas de edad similar a las que ya he mencionado. Poco a poco llegaron a sumar siete alrededor de una mesa con capacidad para unas cuatro personas y nadie consumía nada de nada, sólo hablaban entre ellos con bastante sobriedad y calma lo cual no es común entre cubanos, aunque sin lugar a dudas eso eran.

Al fin encontré un motivo para hacer un comentario con la persona a mi lado, ya que una de las mujeres que realizan la labor de mantener limpio el ‘mol’, se acercó y bromeo que hoy no pondría multa ya que aún no habían botado café en el suelo. La conversación fue breve, mi esposa, ¡al fin!, se acercaba aparentando preocupación por su demora, pero en ese breve intercambio me enteré que los del banco, parcialmente usurpado por mi, se reunían todos los domingos para caminar [no les vi hacer semejante cosa] pero lo de la mesa se reunían todos los días.

Para qué: Para tumbar a Fidel

La ética del negrito del batey.


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles.

A mediados de los años 50 la “Sonora Matancera” puso de moda un merengue dominicano que reflejaba una premonición ética, si es que semejante cosa es posible. Por aquellos lejanos años la enjundia merenguera del tema no era muy adecuada, por lo menos eso pensamos, a pesar de que el dichoso y ‘apapinchao’ negrito, desconocemos su nombre, tenía cierta relación con el Facundo, aquel que era aleccionado en el estribillo de “trabaja negro, trabaja, y vive de tu sudor…”

Unos años antes otro estribillo reflejaba el mismo asunto, aunque aquí la referencia sexual era evidente: “yo no tumbo caña que la tumbe el viento, que la tumbe Lola con su movimiento”. El preclaro negrito, valga la contradicción, con un poco de más conocimiento de las Sagradas Escrituras apoyaba en ellas su decisión de considerar el trabajo su enemigo, sólo propio para los bueyes, por tanto era mejor bailar merengue que someterse al castigo divino.

Todo parece indicar que los cubanos [de Cuba, porque los de acá en su mayoría saben que hay que pagar los ‘biles’] han optado por bailar merengue, lo cual en si mismo no es nada malo siempre que semejante actividad lúdica se realice en el tiempo libre.

Pero no es el caso, tanto negritos, como su sinónimo inverso, los blanquitos, han acogido la ética merenguera como esencia vital y todo a partir de una lógica interpretación de otras Escrituras, no menos sagradas: ‘si a cada cual según su trabajo pues entonces de cada cual según su capacidad merenguera’.

Irrefutable lógica: si lo que yo recibo me dura lo que el mítico merengue en la puerta de un colegio entonces: a bailar merengue.

Las consecuencias de está ética no pueden ser más funesta. Los dispuestos a trabajar, metafóricamente hablando, por amor al arte, son una minoría ya que el grueso se dedica a actividades merengueriles, como el hurto continuado, el trapicheo, el meroliquismo, el jineteo y demás actividades afines, el asunto es ‘resolver’ sin caer en la condenación divina.

¿Cómo puede una sociedad subsistir de esta forma? Francamente no lo se, ‘e per se muove’, por cuánto tiempo, imposible de predecir ya que los síntomas de la crisis están presentes desde hace años y al parecer todo el mundo se ha acostumbrado a ese estado de vida, como la de un zombi, está muerto pero camina y se nutre de los vivos, verbigracia, los cubanos de acá, aunque sospecho que no sólo de estos.

Pero honestamente lo que me preocupa no es la situación actual, lo que si me rompe el coco es que va pasar después, cuál después, cualquier después, porque necesariamente tiene que producirse un después. ¿Y entonces qué?

No hay dudas de que los problemas de la economía, la ecología, la infraestructura energética, la insuficiencia de viviendas, la calidad de la vida y un ‘seremil’ más de cuestiones, en el orden material, son vitales en cualquier después, pero, me disculpan los materialistas, en mi criterio el más acuciante de los problemas es de orden ético.

¿Cómo se van a resolver todos esos problemas con una población, mayoritariamente nacida y educada en la filosofía del merengue? ¿Quién le va a meter mano a ‘pinchar’ en serio y no a aparentar que está ‘acurralando’?

La experiencia histórica, que para algo tiene que servir, nos dice que después de finalizada la Guerra del 95 la devastación en las provincias occidentales fue de apaga y vamonos, pero nadie se fue. En la antigua provincia de La Habana, una de las más afectadas por el fenómeno bélico y las medidas del gobierno español de tierra arrasada, [que no fue Gómez el que inventó lo de la tea] reconcentración, y expropiación de las tierras de los supuestos, o reales, laborantes; la recuperación de los niveles de producción de la pre-guerra se alcanzaron en unos 3 años, en algunas zonas el proceso fue aún más rápido.

¡Ah, bueno! En aquel entonces un campesinado y un artesanado laborioso, logró el ‘milagro’, sin, o con mínima, ayuda financiera; sin penetración de ningún capital foráneo, que eso vino después y no en ese sector; y sin presiones de ningún tipo. Eran otros los tiempos y las demandas no provenían de ningún ‘centro de acopio’, planes de producción del ANAP, ni de un mercado ‘libre’ campesino, sino del propio proceso de poner la propiedad, o la posesión, en función productiva, para las demandas de una familia y de un mercado regional. Era otra ética, era otra moral de trabajo.

Por tanto: “vamos a ver la ola marina, vamos a ver la vuelta que da”.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Se habla de los indocubanos.


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

[Donde se habla de los indocubanos, la burocracia española, la “leyenda negra”, la santería, y dos o tres asuntos más que tienen alguna relación.]

Siempre me produjo profundas dudas el aceptado “hecho” de la total, o casi total, extinción de los aborígenes en Cuba. Me preguntaba, ¿qué armas de exterminio masivo utilizaron esos malvados conquistadores?[1]

Las frecuentes y aceptadas explicaciones incluían: las enfermedades traídas por los europeos y para las cuales no estaban preparados los vírgenes sistemas inmunológico de los aborígenes; las hambrunas provocadas por el abandono de los cultivos ya que los aborígenes se vieron obligados al lavado de oro en los ríos; los maltratos y el exceso de trabajo en personas no acostumbradas a tan agobiantes tareas; los suicidios, mas o menos masivos, que diezmaron la población; y más o menos otros dos o tres razonamientos que, francamente, nunca me convencieron del todo. Con el correr del tiempo aparecieron otros elementos: el bajo índice de fertilidad y natalidad, fenómeno que ocurre, sin una explicación convincente, en los grupos humanos y sociedades expuestas a situaciones extremas y junto con ello el también terriblemente bajo índice de supervivencia de los nacidos vivos.

Sin lugar a dudas que todos esos factores, o casi todos ya que algunos de ellos son de escaso valor explicativo, tomados por separados o en su conjunto, ejercieron una negativa influencia en la demografía de los aborígenes y de seguro que sus consecuencias fueron la de diezmar catastróficamente la población indígena. Pero los ejemplos históricos de otros muchos lugares en la América y el resto del mundo colonial no confirman esos resultados apocalípticos, ese genocidio total aceptado sin ningún recelo por los historiadores, la “leyenda negra” admitida y mantenida, sin el menor análisis.

· Evidencias documentales de la permanencia de los indocubanos

No vamos a entrar aquí en la valoración del posible monto de la población aborigen a la llegada del conquistador, las cifras que se señalan van desde cantidades ridículamente pequeñas hasta las exageraciones más fantásticas. Y lo mejor del caso es que ninguna de ellas tiene fundamento alguno en una indiscutible e irreprochable realidad demográfica o estadística. En general parten de presupuestos sin un sostén comprobable o de noticias de cronistas de la época que en nada pueden ser dignos de créditos en cuanto a estos avatares, todos ellos tenían un interés, u otro, en las cifras que brindan.

Obviemos por tanto cualquier análisis demográfico y centrémonos en los documentos que abordan la presencia aborigen mucho mas allá del siglo XVII, si hacemos esto qué encontraremos, pues múltiples referencias a una población aborigen indeterminada numéricamente, pero existente y persistente; que lo mismo hacían guardia en el Morro habanero, que servían de mensajeros entre Santiago de Cuba y Bayamo; que cultivaban y realizaban monterías en las tierras otorgadas “graciosamente” por el Cabildo habanero[2]; y que se casaban, se morían, nacían y se bautizaban en la iglesia de Managua, y seguramente en otras parroquias del país, particularmente en la región oriental.

El ultimo dato que encontramos en la iglesia de Managua, en el Libro de Bautismos, como indios y “naturales de Guanabacoa” está fechado en 1782, pero el haber tenido que interrumpir la búsqueda en los libros de la parroquia[3] nos dejó con la duda, o quizás, por mejor decir, con la certeza de que en años posteriores debieron aparecer mas asientos, si no de bautismos, por lo menos de enterramientos, lo cual es puramente lógico.

Tanto en el Archivo Nacional de Cuba, como en el de Indias, existen cientos, quizás miles de legajos, que reflejan la presencia de los aborígenes cubanos en múltiples y variadas demandas, litigios y procesos jurídicos. Es casi seguro que en los archivos eclesiásticos de Guanabacoa, y en especial en la región oriental existente una gran riqueza informativa sobre esta presencia.[4]

Por otra parte la asimilación cultural de los elementos aborígenes, si bien fueron relativamente pocos, fundamentalmente los referidos a la adaptación y utilización del medio, los elementos toponímicos, y el vocabulario para denominar la nueva realidad con la cual se enfrentaron los colonizadores, no se realizó, esta asimilación, solo en los siglos XVI-XVII, sino que en mi opinión continuó a lo largo del XVIII y quizás incluso en el XIX.

· Evidencias en los cultos religiosos tradicionales y sincréticos

Un par de evidencias indirectas me llevan a expresar estos criterios, y ellas están relacionadas con elementos religiosos netamente cubanos:

- La presencia de un indio en el ‘milagroso’ descubrimiento de la Virgen del Cobre.
- La presencia del ‘indio’ en los ritos y cultos sincréticos y el uso del tabaco en los mismos.

La Virgen aparece para los humildes, este fenómeno queda enmarcado épocal y doctrinariamente en una explosión del culto mariano que se produce en América por esos años y que deja en formas materializadas las imágenes de las futuras patronas marianas de nuestros países. La selección de un indio en Cuba, lo cual no seria de extrañar en otros lugares como México, nos dice que la presencia aborigen no es atípica ni mínima, sino común y con un cierto peso relativo como representante de los humildes que buscan en la Virgen un bondadoso intercesor ante Dios[5].

En el segundo aspecto quizás debo argumentar un tanto más: el ‘indio’ es un personaje mítico que aparece en las sesiones espiritistas, en particular en el ‘espiritismo de cordón’ y toma posesión, en competencia con el ‘congo’, de los iniciados. En otros ritos sincréticos de raíces yoruba, lucumí o conga, el ‘indio’ también desempeña un rol de importancia. Pero el ‘indio’ que se representa en la iconografía al uso, generalmente en yeso, y que tiene poderes tales como los de espantar los malos espíritus, o servir de amuleto, es un indio de Norteamérica, concretamente de las tribus de las praderas, cazador de bisontes, con su penacho de plumas multicolores.

Esa es la imagen icónica y falsa del ‘shaman’ o ‘behique’ cubano que entró en relación espiritual, y material, con sus homólogos africanos que llegaron como esclavos portando sus creencias animistas y se vieron obligados a asimilar una nueva realidad, con elementos no existente en sus tierras africanas, y por tanto ajenos a su concepciones espirituales. La ciguaraya, la ceiba, y el tabaco por solo mencionar algunos fueron nuevos elementos en lo físico que trascendieron a componentes rituales.

El tabaco era utilizado con fines mágicos y curativos por los aborígenes, era de una especie rustica de poderes más embriagantes que las que hoy se cultivan; el africano incorporó el tabaco como ofrenda y también como sujeto de sus rituales, el estado de exaltación, el poder mágico del humo del tabaco fue un elemento nuevo y poderoso que quedó incorporado en los cultos sincréticos.

Todo este proceso de transculturación y asimilación ocurrió inicialmente en el occidente de país, y ello tenía que tener un soporte material: el intercambio cultural y místico entre los sacerdotes, o por lo menos conocedores, de tan diferentes creencias mágico-religiosas. Este intercambio, esta interconexión, que culminó con el enriquecimiento de una tradición y la desaparición de la asimilada, no se produjo, no pudo producirse, de forma casual y esporádica.

El propio contenido de estos intercambios, llenos de matices de graves y profundos significados sobrenaturales requirió de una continuidad y persistencia temporal y espacial. No se cambian las creencias, no se modifican los conjuros, no se asumen nuevos símbolos mágicos y nuevos elementos del culto en unos pocos años. Todo este proceso requiere tiempo de asimilación, de interpretación, de incorporación y cohesión en el cuerpo doctrinal, y por ultimo de aceptación por los creyentes que por regla tienden a rechazar todo aquellos aspectos que no se ajustan a las tradiciones ancestrales, que son las aceptadas y refrendadas por el tiempo.

· ¿Desaparición física o integración cultural?

Estoy totalmente convencido de que el ‘indio’, el aborigen cubano, fue un elemento demográfico persistente hasta por lo menos los inicios del siglo XIX. El aborigen no desapareció físicamente, sino como entidad cultural autónoma, se mantuvo como realidad física y persistió como elemento cultural integrado dentro de lo que hoy definimos como el ser cubano.[6]

¿Qué y cómo ocurrió esto? En primer termino, a diferencia de otros lugares de América, los aborígenes asimilaron la cultura material y espiritual española y quedaron prácticamente inmersos en la población conquistadora. Guanabacoa fue por muy breve tiempo un enclave aborigen puro, por otra parte las relaciones consensuales entre españoles e indígenas, también hubo indígenas del sexo masculino y españolas amancebados, sin contar las uniones de los indios y negros lo cual realizó su labor de mestizaje, diluyendo los componentes indígenas en la sociedad.

La burocracia española[7] también desempeñó su papel al hacer desaparecer patronímicos, nombres clánicos, etc.: los aborígenes eran Pedro, José, María y sus apellidos, suponemos que aquellos que les dio la gana al escribano asentar, o aquel del encomendero. Parecido fenómeno ocurrió con los esclavos que inicialmente eran Pedro congo, o Juan angola, y después recibieron el apellido de sus dueños, ya en el siglo XIX los chinos recibieron similar tratamiento, no había escribano con ganas, ni quizás con posibilidades, de anotar los nombres chinos y en Cuba pasaron a ser Francisco, Miguel, etc.

· El factor de la eliminación jurídica.

Pero, en mi opinión, el factor de más peso en el mantenimiento de la ‘leyenda negra’ y en la insistencia en mantener inconmovible el postulado del total exterminio de la población aborigen fue el del interés económico, tanto de los propios españoles, como de los criollos.

Las Leyes de Indias dentro del amplio marco humanista, en que fueron redactadas, daban a los indios tierras, protección y muchas otras ventajas, que de desaparecer los indios todas ellas desaparecían por innecesarias y obsoletas. Esa, en mi opinión, fue la intención: si no hay indios pues entonces no hay mercedes de tierras para ellos.

Como ya hemos mencionado mas arriba, en los archivos tanto cubanos como españoles esta recogida la historia de este largo y penoso proceso de expropiación de los ‘fantasmales’ indígenas cubanos, el despojo está suficientemente documentado y registrado.

Leví Marrero aborda este asunto con cierta timidez en el tomo 3 de su obra Cuba: Economía y Sociedad[8], en donde incluso comete un error de interpretación en cuanto al hato Rió Bayamo[9], señalando que las tierras mercedadas a los aborígenes eran las que quedaban entre el hato, que él dice es un corral, y los colindantes, estos dos errores los rectifica, sin mencionarlo explícitamente, en los tomos posteriores. Marrero acuña el término de ‘indocubanos residuales’ que no resulta de mi total agrado ya que encierra cierta connotación peyorativa, pero aborda el tema con amplitud e insistentemente en varios de los tomos de su enciclopédica obra. El tratamiento de este asunto por Marrero, sin considerar sus otros aportes, es de suma importancia[10]

En Cuba, en la actualidad, aunque no lo admitan explícitamente, es evidente que la lectura de la obra de Marrero ha llevado a que historiadores como Hernán Venegas mencionen con reticencia que:

“De paso estamos criticando la tesis generalizada en nuestra historiografía acerca de la supuesta desaparición de la inmensa mayoría de la población indígena, fenómeno cierto, pero no absoluto.”[11]

Pienso que este asunto de la persistencia del indocubano en el territorio habanero es un aspecto de interés en la investigación que realizamos, y sobre el cual aportamos evidencias que niegan el exterminio total de la población aborigen y proponemos una explicación a esta mixtificación de proporciones colosales.

· Una anécdota que no aporta nada pero que a mi me agrada

Para terminar me gustaría recordar una experiencia personal: A mediados de los años 70 recibí varias invitaciones para visitar diferentes localidades en Oriente, acepte dos, una en Santiago de Cuba, que ya había visitado en varias ocasiones pero como estábamos en julio época en que el ron corre, o corría, a mares por la Trocha, entonces…; la otra en Baracoa, zona para mi totalmente desconocida, mas aún que no era en la propia Ciudad Primada sino en la montañas de su cercanía.

Al segundo día de estar en el sitio, recorriendo cacahuales, y admirando los ceibos y caobos de una naturaleza aun poco afectada por la mano del hombre, decidimos, mi hospitalario amigo y yo, ir a visitar quizás el único zoológico privado que existía en Cuba y ver una reciente adquisición: un almiquí, que el entusiasta y aficionado zoólogo, propietario de la colección, había encontrado en sus excursiones por el lomerío.

Después de tan eruditas ocupaciones decidimos ir a bañarnos a un río cercano, faltando poco metros para llegar a la cima del paso, que nos conduciría al abra del rió, empezamos a oír como un ronroneo, una especie de melodía rítmica y repetitiva, no una salmodia, sino un fraseo de voces femeninas en tono bajo y un golpeteo sordo y continuo. Mi amigo me dijo, ‘hay mujeres lavando‘. Al llegar a la cima el espectáculo me sorprendió por lo inusitado: 5 o 6 muchachas jóvenes de tez cobriza, de largas y negras cabelleras y rasgos claramente indígenas estaban con sueltos vestidos de lienzo o algodón, que no lo se, lavando a la usanza de la zona, con una paleta golpeaban la ropa que estaba sobre una piedra lisa. El espectáculo me resulto sorprendente, para mi fue como algo sacado de una maquina del tiempo, eran ‘indias’ prácticamente desnudas lavando y cantando en el rió en medio de una foresta similar a la que debió encontrar el conquistador.

Las muchachas nada ingenuas se rieron al vernos pero protegieron sus desnudeces y salieron del río con cierto recogimiento, que mi amigo declaró que era pena y pudor por haber sido sorprendidas en tal faena y presencia. Nos movimos hacia las fuentes del río y al rato, ya con ellas fuera del alcance de la vista, nos metimos a bañarnos en las frías y cristalinas aguas.

Claro que esto no demuestra nada en relación con el asunto, pero para mi fue tan deslumbrante la imagen, en su bucólica y edénica realidad, que aún la conservo con alucinante claridad.

[1] El presente trabajo está basado en mi libro inédito acerca de la historia de la zona centro-sur de La Habana y en mis vicisitudes para historiar dicha región.
[2] En las proximidades de Managua existía una población de indocubanos, estos habían recibido la posesión de un inmenso hato, con tres leguas de radio, conocido como Río Bayamo Este hato, que constituía una anomalía, [La norma era el hato con dos leguas de radio (1684 cab.), y el corral con una (421 cab.), en este caso tenía tres leguas de radio y contenía 3368 caballerías lo que es igual a 50,830 ha.]se le había otorgado a los “naturales de Guanabacoa” el 7 de abril de 1574, para que allí realizaran sus ‘monterías’ y ‘conucos’.
[3] El padre que atendía esa iglesia, debido a la escasez de curas, tenía que atender otras parroquias y por tanto sólo teníamos acceso a los libros cuando él estaba y un poco a regañadientes me brindaba la posibilidad de husmear en los registros parroquiales. Por tanto de 10 veces que iba a veces sólo en una tenía posibilidad de efectuar mi trabajo de investigación y en esa ocasión tan especial sólo disponía a lo sumo de un par de horas, tuve que renunciar a tan rica pero inmanejable fuente.
[4] La inmensa extensión de tierras del hato Río Bayamo fue codiciada y esquilmada a lo largo de los siglos y existen evidencias de que el cabildo de Guanabacoa comenzó la ‘demolición’ del hato desde finales del siglo XVII; los litigios por esas tierras se originaron en el siglo XVIII; aún en 1880 hay un litigio del Marqués de Villalta contra el cabildo de Guanabacoa sobre las tierras de los “naturales de Guanabacoa”, es decir los descendientes de los aborígenes. Entre los múltiples litigios se encuentra el iniciado por Mathías de León, el cual era párroco y geófago, que usurpó las zonas colindantes al corral de Managua que correspondían a los aborígenes.
[5] Recordemos que en la ‘rebelión de los cobreros’ que concluyó con el triunfo de los rebeldes en 1800 participaron blancos, generalmente isleños; negros esclavos e indios.
[6] Parece que la persistencia del indocubano va más allá de lo anotado ya que según cierta investigación finalizada en noviembre del 2007 el código genético nacional es un 73,8 por ciento de herencia caucásica, es decir europea; un 16,8 por ciento de africanos y un 9,4 por ciento de indocubanos y asiáticos.
[7] La burocracia española al parecer se distinguía por su tozudez, torpeza y lentitud; los ingleses tenían un refrán: “que la muerte me venga de España”, queriendo expresar con ello que así nunca le llegaría. La actual burocracia cubana es una digna heredera de tan rancias tradiciones.
[8] Por ejemplo en el tomo 6 pag.146, señala que “El centro de la hacienda Río Bayamo, cuya propiedad reconoció reiteradamente la Corona a los naturales de Guanabacoa, apare­ce hacia el centro del mapa, señalado con el número 1 y rodeado por las tierras que varios vecinos pretendían eran realengas.” En el tomo 10 pag. 77 “El círculo mayor -cuyo límite aparece señalado parcial­mente— corresponde a las tierras de Río Bayamo —6 leguas de diámetro- latifundio gigantesco reservado originalmente para los indios de Guanabacoa, por merced especial, y quienes lo irían perdiendo a manos de leguleyos, mediante ventas y a medida que sus derechos eran diluidos por su pérdida de identidad como naturales.” El subrayado es mío ya que en esa frase se delinea claramente el fenómeno que ocurrió, aunque no determina las causas, que yo considero económicas.
[9] Quizás la primera referencia al hato Río Bayamo publicada en Cuba fue la que yo realicé en un trabajo que apareció en la revista Bohemia del 11 de diciembre de 1992 con el titulo: “Fantasmas Coloniales en las Provincias Habaneras”, en este artículo yo abordaba lo que juzgué oportuno llamar ‘relictos’ de las mercedes de hatos y corrales en la topografía de la región, y como ilustración confeccioné un mapa con esos relictos y entre ellos está el del hato Río Bayamo.
[10] Solo pude tener acceso completo a esta obra en la Biblioteca “John F. Kennedy” de Hialeah, Florida, ya que en Cuba, en la Biblioteca Nacional, donde decían que existía, era inaccesible a los simples mortales, como era mi caso. Pude consultar unos pocos tomos en la Biblioteca del Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana, pero allí estaban incompletos, si no mal recuerdo solo poseían unos 4 o 5. En esta Biblioteca pude trabajar algunas semanas gracias a la gestión de un padre de los RRPP Pasionistas de la Víbora que, siendo amigo de la familia de mi esposa, visitaba mi casa en ocasiones, con fines puramente amistosos, nada ecuménico, y jamás aceptaba ni un vaso de agua a pesar de los múltiples reclamos que le hacíamos. Este padre, de origen español, de Navarra, impartía la asignatura de Patrística en el Seminario y me introdujo con el Rector de tan benemérita institución, este, para ser franco, me permitió con bastante renuencia el uso de la Biblioteca, con un horario muy limitado, de 10AM a 12M, ya que según él era muy usada por los seminaristas y mi presencia, quizás algo diabólica, podía afectar la concentración en sus estudios. De cualquier forma desde aquí extiendo mi agradecimiento al Rector, y muy especialmente al padre Pasionista, bondadoso, cordial, de una simpatía y vitalidad que recuerdo con sumo agrado.
[11] Hernán Venegas Delgado. “Ciudad y región en Cuba. Una perspectiva histórica”. Ponencia presentada en la Mesa "La Ciudad: escenarios múltiples, desigualdad social, diferenciación cultural y subjetividad", del Taller "Sociedad Compleja", desarrollado entre los días 9 y 11 de diciembre del 2003 en La Habana

lunes, 22 de diciembre de 2008

¿Es en serio, o es sólo una broma más?


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles.


La nota del Granma que E. Ichikawa reproduce me ha dejado perplejo, no se que pensar, esto es algo serio, o es solo una broma de mal gusto. Debe ser serio, conociendo el paño, ya podemos imaginarnos el traje.


Aunque la nota reproducida nos deja con algunas interrogantes sobre los demás temas que se abordarán, el botón de muestra es suficiente, en especial esos concursos para niños, geniales.


También nos preguntamos por qué se va a tomar la malhadada novela de Carpentier, la peor de toda su novelística, como nuevo texto para el "estudio" de la Historia, todo es posible en ese mundo surrealista y subrealista que es la sociedad cubana.


Para ser sinceros, la Historia como asignatura, nunca fue de las más gratas, los métodos de su enseñanza no contribuían a ello, aunque algunos maestros lograban despertar el interés de sus alumnos usando lo más novedoso de las técnicas de enseñanza, a ello me he referido con anterioridad en este mismo sitio. Confieso que yo mismo que he enseñado, estudiado e investigado temas de Historia, en mis años juveniles tampoco fui un "fan" de la misma.


Pero lo que vino después fue algo peor, cuando se estableció, o pretendió establecer, un vínculo indestructible entre patria-historia-revolución-socialismo-máximo líder. Ese vínculo fue fatal, y las clases de Historia pasaron a ser "teques" y generalmente malos "teques", como si los hubiesen buenos.Las consecuencias no han podido ser más terribles, en el plano emocional: un profundo rechazo a la Historia, con esas relaciones obligadas; en el plano cognitivo a sandeces como la de Martí asaltando el Moncada [sic].


Esto de ahora es un lógico colofón, el absurdo llevado a sus extremos, por tanto a su más completa definición como tal. Nada que hacer.


Todo esto me recuerda lo que un alumno, émulo de Pepito, respondió a la pregunta: ¿Qué diría Lenin si suspendieses? "¡TAPATE!", fue la respuesta genial.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Harold Gramatges [1918-2008]



Waldo Acebo Meireles

Con la muerte de Gramatges desaparece uno de los más sólido y prolífico compositores de Cuba.

Gramatges nació en Santiago de Cuba en 1918 donde realizó sus primeros estudios musicales, que luego continuó en La Habana bajo la dirección de los maestros Amadeo Roldán y José Ardevol. En 1942 viajó a los EE. UU. y perfeccionó estudios con Aaron Copland y Serguei Kussevitsky en el Bershire Music Center.

En 1945 fundó la orquesta juvenil del Conservatorio de La Habana, del cual fue profesor de armonía y composición. En esa misma época fundó y dirigió la Orquesta de Cámara de La Habana.

Fue miembro del Grupo de Renovación Musical y presidió la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, hoy bastante olvidada, que agrupaba mucho de lo mejor de la intelectualidad cubana, desde su fundación en 1951 hasta su desaparición en 1960 para dar paso a la UNEAC de la cual también formó parte activa.

Durante varios años [1961-64] fue embajador de Cuba en Francia, lo cual lo mantuvo alejado de su labor pedagógica y autoral, también se vio apartado de su vocación musical por el desempeño de diversas tareas administrativas, a pesar de ello su catálago es uno de los más extensos y diversos entre los compositors cubanos, incluyendo: sinfonías; conciertos; sonatas; obras para diversos formatos de cámara; ballets; cantatas; obras para diversos instrumentos entre los que se destacan sus obras para piano; canciones de concierto; etc.

Entre los premios alcanzado por él destacamos el que recibió por su ‘Sinfonía en mi’ otorgado por la Orquesta Sinfónica de Detroit y el premio Iberoamericano Tomás Luis de Victoria, concedido por la Sociedad General de Autores y Editores de España. En Cuba le fue otorgada la Orden Félix Varela, por la Cultura Cubana de primera clase.

En los últimos años los sellos discográficos cubanos realizaron varias ediciones de su música de la cual presentamos algunos ejemplos en memoria del desaparecido maestro.

1- Dos danzas cubanas Montuno [1949] Roberto Urbay, piano



2- Suite breve Siciliana Mario Tamayo, guitarra




3- Fuga Nº 4 Orquesta Brindis de Sala, Director: Guido López Gavilán



4- Cuatro Obras Para Voz y Acompañamiento. De Cara Al Sol Esther Borja Orquesta ICRT



miércoles, 10 de diciembre de 2008

Memorias inéditas de un mambí.


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

No existen muchas memorias y diarios de mambises publicados, ellos constituyen una fuente inestimable para el conocimiento de la vida en los campos de Cuba durante las guerras de independencia. En particular son escasas las memorias de soldados o de oficiales de baja graduación.

Este es el caso de las memorias inéditas de José Cadalso Cerecio que llegó a obtener el grado de comandante del Ejercito Libertador, las cuales encontré de una forma bastante casual, su nieta supo de mi interés en el proceso independentista en La Habana y me las entregó[1].

Cadalso aparece por primera vez nombrado en el libro de Francisco Pérez Guzmán ‘La guerra en La Habana’[2] ya que él participó en el rescate de los restos de Maceo y Panchito Gómez Toro y dejó un breve recuento de esos hechos, en ese tiempo él era teniente.

Las memorias de Cadalso fueron redactadas probablemente entre 1943 y 1944 de acuerdo algunos acontecimientos que el refleja en esas memorias; en esos momentos tenía unos 74 años. Las memorias constan de ocho cuadernillos escolares cosidos rústicamente entre si con un total de 198 fojas escritas por el anverso y reverso, es propiamente un ológrafo, posiblemente redactados para su publicación. En 1945, aquí si nos da una fecha, escribió una breve autobiografía y una dedicatoria para su nieta en cuaderno aparte con trece fojas.

Cadalso se incorporó al Ejercito Libertador el 13 de junio de 1895 y sus memorias comienzan a inicios de 1897 cuando él parte hacia Las Villas a entregarle a Máximo Gómez un informe escrito sobre la muerte de Maceo por lo cual suponemos que se ha perdido la primera parte de esas memorias, además la primera foja escrita evidencia que es continuación de un escrito anterior.

Las anécdotas que refiere, los análisis que realiza, nos deja entrever que poseía cierto nivel cultural, una recia personalidad, una muy peculiar concepción filosófica y política[3] así como una clara inteligencia, todo lo cual contribuye a la amenidad de la narración.

De especial sabor es su relato de cuando al solicitarle a su hermana que se deshiciese de un paquete de dinamita que él había escondido, y que temía que al deteriorarse pudiese estallar, le pidió que lo lanzase al mar, ella se dispuso a hacerlo pero por alguna razón se atemorizó y lo abandonó a pocos metros del mar pero en las proximidades de la Batería de la Reina, que se encontraba donde hoy está el parque Maceo, el revuelo que se armó fue grande, es de imaginar.

Otra anécdota que refleja la dura lucha de los mambises es aquella en que nos narra que llevando varios días sin comer, y débil por las fiebres palúdicas, logra escarbar un boniato, pero no tenía donde cocinarlo hasta que aparece un tibor desconchado y en este es que consigue ablandar aquel boniato que se constituye en un delicioso manjar.

El valor humano de sus memorias queda descrito en este párrafo que transcribimos:

“Don Pablo cumplió los encargos y condujo a mi esposa que, andando a pie y tras el caballo en que él llevaba a nuestro hijo llegó a la casa de Interian donde los vi a la siguiente noche – esto debió ser alrededor del día 6 de abril [de 1898] – es de presumir la alegría que experimente al estrechar a aquellos dos seres, después de treinta y cuatro meses sin verlos, mi hijo no me conocía, ya que lo había dejado de once meses”[4].

Su claridad política, a diferencia de algunos historiadores que evalúan el ataque a Arroyo Apolo, dirigido por Cadalso, como una simple acción de ‘forrajero’ es la siguiente:

“La importancia de este hecho de armas estriba en que es el punto de un barrio urbano (…) cercano al corazón de la capital, en que los mambises tocaron con el pomo de sus machetes y hollaron con los cascos de sus caballos, y en ruda pelea, y eso fue cuando Weyler daba por pacificada a la provincia de La Habana”[5].

El carácter recio de Cadalso se hace evidente en sus discrepancias con el comandante Rodolfo Berges, quien era su jefe inmediato superior en los momentos en que Cadalso planea y ejecuta el ataque mencionado anteriormente, estas relaciones tensas se agudizaron por algunos atropellos que un par de compinches de Berges realizaron contra el campesinado pacífico en la zona de Managua y casi resultaron en un enfrentamiento armado entre estos personajes y Cadalso[6].

Casi al final de sus memorias manuscritas Cadalso nos deja la siguiente advertencia:

“Los señores historiadores debieran tener más cuidado en obtener sus informaciones, con eso evitarían muchos errores y tergiversaciones históricas, los datos deben tomarlos con sumo cuidado y no por el solo dicho de cualquiera (…) ¡Ojo historiadores que copiándolos iréis a la falsedad histórica![7]


Nota:

Este artículo está basado en mi trabajo acerca de la línea militar al sur de La Habana publicado en el boletín 3-93 de Historia Militar del Instituto de Historia de Cuba y en mi libro inédito acerca del territorio al sur de la ciudad de La Habana

[1] Antes de salir de Cuba devolví las Memorias a la nieta de Cadalso, yo había comenzado un trabajo de edición que incluía la identificación de los lugares y personajes citados así como otras anotaciones necesarias, pero el trabajo quedó trunco. Años después en mis contactos por e-mail con Francisco Pérez Guzmán acordamos continuar ese trabajo entre los dos, pero la prematura muerte de Panchito impidió esta colaboración. Hoy no se por dónde anda ese manuscrito, sólo conservo las anotaciones que hice para las obras citadas en la nota No. 1.
[2] Pérez Guzmán menciona en este libro un trabajo también inédito de Cadalso así como dos breves notas que Cadalso publicó en la prensa.
[3] Después de instaurada la república adoptó una posición escéptica ante los políticos y emitió fuertes comentarios acerca de Mella y Villena, se sintió frustrado al ver como sus compañeros de luchas vivían en la pobreza y olvidados.
[4] Memorias, foja 107
[5] Memorias, foja 179
[6] En su libro ‘Cuba y Santo Domingo, apuntes de la Guerra en Cuba’, Berges prácticamente ni menciona a Cadalso, ni al ataque que este realizó constituyendo una acción militar en un punto de la misma capital. Hoy en día la calle hasta donde llegó Cadalso lleva el nombre de ‘Ataque mambí’.
[7] Memorias, fojas 186-187.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Del Obispo y los ingleses


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

Recientemente el Nuevo Herald publicó un trabajo acerca de la toma de la Habana por los ingleses el cual apareció un par de semanas después de mi artículo sobre el mismo asunto pero con una diferente perspectiva.

El articulo al que nos referimos, del Sr. Emilio J. Lezcano, se enfoca en destacar la actitud valiente del obispo Morell y Santa Cruz en contraposición a la avaricia del Conde de Albemarle[1] [y no Albergarle o Albernarle como aparece en ese artículo] lo cual es un buen tributo al mencionado obispo [a quien no debemos tratar de Don].

Sin embargo en dos aspectos se queda corto dicho artículo, el primero es que no llega a definir el alcance del enfrentamiento en el plano político en aquella época y la lección que implicaría para el futuro, no basta con la pura anécdota; y en segundo lugar que la visión que nos deja de Morell es la de un tozudo y no era ese en realidad el atributo distintivo del prelado[2].

Morell y Santa Cruz de origen dominicano[3], siendo Provisor y Vicario General en Santiago de Cuba, se enfrentó a los ingleses por primera vez cuando en 1741 estos establecieron la colonia de Cumberland en la bahía de Guantánamo, su papel fue decisivo para levantar a las milicias locales que hostigaron a los ingleses hasta hacerles abandonar la región.

Pero sus dotes no se limitaban a exacerbar sentimiento anti-ingleses, su palabra desempeñó un papel básico en el primer intento de solución pacífica de la sublevación de los mineros del Cobre; similar papel de conciliador, o propulsor de soluciones, lo ejerció en cada entuerto que encontraba a su paso por las zonas en que ejercía su labor eclesiástica.

Al ser nombrado Obispo decidió con buen tino, y visión de las realidades políticas y económicas, el traslado y residencia del obispado a la ciudad de La Habana, con aprobación y permiso del Rey para que asi lo continuasen sus sucesores, a pesar de hallarse la catedral en Santiago de Cuba.

De su visita eclesiástica [1755] dejó un recuento que es consulta obligada de cualquier historiador que pretenda hurgar en las peculiaridades locales del siglo XVIII, y además, aunque inconclusa, dejó escrita su Historia de la Isla y Catedral de Cuba lo cual lo sitúa entre nuestro primeros historiadores.

Fundó hospitales, proveyó de sustento a pobres, reparó iglesias y mucho de estos recursos fueron extraídos de su bolsa y no de los fondos de la iglesia. Entre otros elementos de su obra cultural destaquemos la introducción de la abeja melífera y de las más avanzadas técnicas, para la época, de la producción de cerámicas.

También se equivoca el Sr.Lezcano cuando señala que el Obispo regresó a La Habana después de finalizada la ocupación inglesa ya que regresó el 3 de mayo de 1763, gracias a la fuerte presión popular que obligó al general William Keppel, hermano del Conde de Albemarle, y en esos momentos a cargo de la ocupación inglesa, a aceptar el retorno del prelado.

Cinco años después murió Morell y Santa Cruz, a los 74 años de edad, una vida de plena dedicación a las causas que él consideró justas, siempre defendió con tesón sus ideas, su obra es parte de nuestro acervo en más de un sentido[4]

[1] La iglesia solicitada no fue para establecer ninguna oficina sino para celebrar culto, y él se la negó por ser protestantes.
[2] En mi opinión la obra eclesiástica, ecuménica e intelectual de Morell es de la mayor importancia, igual o quizás superior a la del Obispo de Espada sin embargo este ultimo ha recibido más atención de los historiadores.
[3] Lo podemos ubicar entre Hatuey y Máximo Gómez.
[4] La publicación en Cuba de las obras completas de Pedro Agustín Morell y Santa Cruz [1985] incluye un estudio de Eduardo Torres Cueva que propone la hipótesis de que el mismo era un judío ‘marrano’, es posible, no sería el primero ni el último sacerdote que en esa época ocultase sus verdaderas creencias o ascendencia.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Para concluir el asunto de los mambises haitianos y jamaiquinos

[publicado originalmente en E. Ichikawa]
Waldo Acebo Meireles

Utilizando una fuente primaria, el Censo de 1899[1] llego a la conclusión sobre una base científica y comprobable de que en el mambisado no pudo existir una presencia haitiana o jamaiquina.

Veamos por que:

De los 1’052, 797 habitantes que tenía Cuba en 1899; 910,299 eran blancos nativos y 142,098 blancos extranjeros [de estos últimos el 75% eran españoles] por tanto en Cuba había una población blanca del 67% y 33% de color [así define el censo a los que no eran blancos, incluye aquí a los chinos y otras etnias y mezclas].

De los 520,400 habitantes de color, de ellos 252,092 varones y 268,308 hembras su procedencia es como sigue [aquí sólo menciono cifras mayores de mil excepto un caso]:

Región o país de procedencia Cantidad %

Cuba 90,018 94 %
Africa 12,897 2.4 %
China 14,614 2.8 %
West Indies[2] 1,043 0.2 %
EE.UU. 799 0.1 %
El resto 1029 0.2 %

A partir de esta tabla extraída de la Tabla XI pag. 220 del Reporte del Censo 1899, considero que la presencia haitiana y jamaiquina en las tropas cubanas queda claramente desmentida, salvo que hayan muerto todos, o se hayan escondido para no ser censados.



[1] Este Censo realizado por los norteamericanos es muy discutido por demógrafos e historiadores cubanos, pero no existe otro para contraponerlo, por tanto es la única fuente, más o menos aceptable, en relación a la demografía de Cuba después de finalizada la guerra.
[2] En esa época se le llamaba West Indies a lo que hoy conocemos aproximadamente como Antillas Menores.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿Etnia = Autonomía? (1)


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

Nuevamente el Sr. José Ramón Morales vuelve a las andadas con relación al autonomismo, por suerte esta vez no la emprende contra el Ejército Libertador, aunque quizás sí ya que lo vuelve a llenar de haitianos y jamaiquinos. ¿De dónde habrá sacado tan peregrina ‘teoría’?, no se me ocurre que fuente ha usado para en dos ocasiones proponerla en este mismo blog.

Pero bueno algo he aprendido y ello es las posibilidades que da una foto [una, sólo una] de determinar con tanta exactitud matemática la composición étnica, y hasta posiblemente nacional, de los mambises, realmente genial. Me decidí a aplicar tan novedosa técnica de investigación demográfica en la foto que incluyo y desgraciadamente no llegué a los mismos resultados, aquí me da 15% de negros y 85% de blancos, algo no me funcionó, quizás es que yo carezca de la habilidad de Ramón Morales para distinguir en una foto la etnia de los fotografiados.

Ante esa duda aplique por mi cuenta el método de Ramón a su foto y encontré otro resultado de 19 mambises hay 5 en la primera fila razonablemente negros y uno dudoso; en la segunda fila hay 2 y en la tercera solo 1. Mis resultados no coinciden: sólo 42% de negros. ¡Vaya que algo me falta para aplicar el método!

Pero no hay que preocuparse por eso, en el mambisado existía una fuerte presencia negra, incluso entre aquellos que se ganaron sus galones en el combate y no por ser abogados, médicos, o de cualquier otra profesión, esos generalmente eran blancos, váyase a saber por qué. Pero de cualquier forma no se cómo puedo llegar a la conclusión ‘lógica’, por una foto del predominio del autonomismo en Cuba.

En Cuba existió el ‘miedo negro’ eso es una verdad indiscutible y fue lo que frenó nuestro proceso emancipador en los momentos en que toda América se enfrentaba al colonialismo español, para que discutir eso, pero a su pesar en el 68 los cubanos y no solo ellos también españoles se lanzaron a la manigua, no se si en esa época habían haitianos y jamaiquinos en cantidades importantes como supone Ramón Morales en la del 95.

¡Ah y los chinos! A ellos se le levantó un monumento en el parquecito de Línea y L, bien merecido y así lo proclama una tarja que dice más o menos: Nunca hubo un chino cobarde, nunca hubo un chino traidor. Recuerdo que el mejor libro sobre el tema lo escribió un negro: Juan Jiménez Pastrana.

Los negros evidentemente también necesitan uno y quizás más grande.

Finalmente de que logros de la ‘comunidad autonómica española’ se está hablando, no tengo tampoco la menor idea, disculpen mi ignorancia.

Los problemas históricos no se solucionan con el uso de la lógica sino con el uso de las fuentes, en particular las primarias, cualquier otra forma de intentar darle solución es propio de aficionados.

Hay algo de cierto en lo que señala Ramón Morales cuando entrecomilla lo de ganar la guerra, no, la ganaron los norteamericanos, que se encontraron un ejército español depauperado, una España en bancarrota que ni carbón decente tenía para sus barcos, un ejercito mambí que se puso a la disposición del mando norteamericano y participó activamente en los combates y puso toda la experiencia combativa de la oficialidad cubana a disposición de los ‘ganadores’.

Es cierto el dicho de que la historia la escriben los ganadores, pero también los perdedores escriben su historia, en este caso yo me uno a los historiadores que respetan a los ganadores.

[1] La foto que aquí aparece no es de las que se hablan en el artículo, para verlas hay que referirse al site de E. Ichikawa, la que aquí utilizamos está más acorde con la realidad ya que los mambises no aparecen planchaditos y bien limpios sino con la ropa hecha pedazos.