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martes, 30 de diciembre de 2008

Investigar, pensar e historiar


[Publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

El artículo de Laura García Freyre en Cubaencuentro es una buena lectura para este fin de año. Su autora traza con rapidez y bastante precisión los diversos momentos de la evolución de la historiografía criolla, después del 59, y coincidimos con ella en que aquel discurso kilométrico que concluye, más que con una reafirmación de Carlos Manuel de Cespedes[1], con el supuesto espaldarazo de aquellas desaparecidas generaciones a la de estos detentadores del poder, de la verdad, y de la máxima expresion de la cubanidad. Este baño en las aguas lustrales de la revolucion inconclusa e infinita [suena trotskiano, verdad] marca el comienzo de la narrativa histórica revolucionaria.

A partir de ese luminoso momento comenzó a retorcerse todo la historia en la consecución de fines nada históricos sino politicos en la peor forma de tomar este término, es decir como justificación de los más nimios o serios cambios en los objetivos inmediatos del estado..

Así un hecho puntual como la Protesta de Baraguá, una hombrada no solo militar, sino política, pasa a ser ‘eterna’ y por ende pierde su sentido y verdadera proyección; de aquí que Martí sea el autor intelectual de algo que estaba en total contradicción con su pensamiento politico, Marti no era un ‘pushista’; de ello que algunos investigadores le dedicaran su tiempo a encontrar las sutiles e impalpables relaciones entre los revolucionarios rusos del siglo XIX y los ya bastante sufridos mambises; por ello encontramos en los barcos negreros y en la explotación de los esclavos en las haciendas cubanas, la justificación de ‘nuestras’ aventuras militares en Africa. Y así hasta el nauseum.

En mi criterio, el que por otra parte es un excelente artículo, se queda corto en dos aspectos de suma importancia. El primero es que no se aborda la historiografía previa al 59 y ella no podrá ser ignorada en un futuro como se hizo y se continua haciendo; por poner un ejemplo, no podremos, o no deberíamos, obviar la obra de Herminio Portell Vilá para un serio analisis de las relaciones Cuba-EE.UU. en el siglo XX. El segundo aspecto es aquel en que limita a los años 90 el inicio de una etapa de aborde del pasado desde el punto de vista social.

En realidad esta corriente siempre ha estado presente y ha dejado obras publicadas de gran interés, o ha estado inmersa en el cuerpo de obras de variado tono. Por otra parte la publicación de temas de historia regional, de historias particulares, como la arquitectura habanera, tienden ha separarse del dictado institucional, aunque tengan que realizar alguna concesión menor en aras de su publicación.

Por ultimo, existe cierta historiografía, digamos ‘underground’, que se va realizando plena de dificultades por investigadores que, en ocasiones aprovechando cierto status, logran acceso a fuentes primarias, en otros casos el uso de las técnicas propias de la historia oral va dejando un sustrato que será base de una más diversa y necesaria historiografia de Cuba.


[1] Que pocos años antes había sido separado hasta de nuestra iconografía monetaria, por burgués y esclavista

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