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sábado, 6 de diciembre de 2008

Del Obispo y los ingleses


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

Recientemente el Nuevo Herald publicó un trabajo acerca de la toma de la Habana por los ingleses el cual apareció un par de semanas después de mi artículo sobre el mismo asunto pero con una diferente perspectiva.

El articulo al que nos referimos, del Sr. Emilio J. Lezcano, se enfoca en destacar la actitud valiente del obispo Morell y Santa Cruz en contraposición a la avaricia del Conde de Albemarle[1] [y no Albergarle o Albernarle como aparece en ese artículo] lo cual es un buen tributo al mencionado obispo [a quien no debemos tratar de Don].

Sin embargo en dos aspectos se queda corto dicho artículo, el primero es que no llega a definir el alcance del enfrentamiento en el plano político en aquella época y la lección que implicaría para el futuro, no basta con la pura anécdota; y en segundo lugar que la visión que nos deja de Morell es la de un tozudo y no era ese en realidad el atributo distintivo del prelado[2].

Morell y Santa Cruz de origen dominicano[3], siendo Provisor y Vicario General en Santiago de Cuba, se enfrentó a los ingleses por primera vez cuando en 1741 estos establecieron la colonia de Cumberland en la bahía de Guantánamo, su papel fue decisivo para levantar a las milicias locales que hostigaron a los ingleses hasta hacerles abandonar la región.

Pero sus dotes no se limitaban a exacerbar sentimiento anti-ingleses, su palabra desempeñó un papel básico en el primer intento de solución pacífica de la sublevación de los mineros del Cobre; similar papel de conciliador, o propulsor de soluciones, lo ejerció en cada entuerto que encontraba a su paso por las zonas en que ejercía su labor eclesiástica.

Al ser nombrado Obispo decidió con buen tino, y visión de las realidades políticas y económicas, el traslado y residencia del obispado a la ciudad de La Habana, con aprobación y permiso del Rey para que asi lo continuasen sus sucesores, a pesar de hallarse la catedral en Santiago de Cuba.

De su visita eclesiástica [1755] dejó un recuento que es consulta obligada de cualquier historiador que pretenda hurgar en las peculiaridades locales del siglo XVIII, y además, aunque inconclusa, dejó escrita su Historia de la Isla y Catedral de Cuba lo cual lo sitúa entre nuestro primeros historiadores.

Fundó hospitales, proveyó de sustento a pobres, reparó iglesias y mucho de estos recursos fueron extraídos de su bolsa y no de los fondos de la iglesia. Entre otros elementos de su obra cultural destaquemos la introducción de la abeja melífera y de las más avanzadas técnicas, para la época, de la producción de cerámicas.

También se equivoca el Sr.Lezcano cuando señala que el Obispo regresó a La Habana después de finalizada la ocupación inglesa ya que regresó el 3 de mayo de 1763, gracias a la fuerte presión popular que obligó al general William Keppel, hermano del Conde de Albemarle, y en esos momentos a cargo de la ocupación inglesa, a aceptar el retorno del prelado.

Cinco años después murió Morell y Santa Cruz, a los 74 años de edad, una vida de plena dedicación a las causas que él consideró justas, siempre defendió con tesón sus ideas, su obra es parte de nuestro acervo en más de un sentido[4]

[1] La iglesia solicitada no fue para establecer ninguna oficina sino para celebrar culto, y él se la negó por ser protestantes.
[2] En mi opinión la obra eclesiástica, ecuménica e intelectual de Morell es de la mayor importancia, igual o quizás superior a la del Obispo de Espada sin embargo este ultimo ha recibido más atención de los historiadores.
[3] Lo podemos ubicar entre Hatuey y Máximo Gómez.
[4] La publicación en Cuba de las obras completas de Pedro Agustín Morell y Santa Cruz [1985] incluye un estudio de Eduardo Torres Cueva que propone la hipótesis de que el mismo era un judío ‘marrano’, es posible, no sería el primero ni el último sacerdote que en esa época ocultase sus verdaderas creencias o ascendencia.

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