Waldo Acebo Meireles
Desde hace algún tiempo ha empezado a llegar a las escuelas miamenses la resaca del desastre educacional cubano. Niños que son matriculados a su llegada a este país en 2do o 3er grado, porque esos son los niveles que muestran en los documentos que traen consigo y que malamente logran leer, en español por supuesto, un texto simple. O son incapaces de efectuar operaciones matemáticas elementales, no saben que es un quebrado, y así con el resto de las habilidades y conocimientos que deberían tener dada su edad y los certificados emitidos por las escuelas cubanas.
Pronto, muy pronto, los negativos resultados de la educación cubana van a hacer mella en un aspecto que favorecía al inmigrante cubano en relación al resto; y esto es la preparación técnica, u otra, conque el cubano recien llegado se presentaba en el mercado laboral a competir por una plaza. No es lo mismo tener la preparación de un técnico medio, o incluso de un graduado universitario, cuando se está solicitando una plaza que quizás a lo sumo lo que requiera es un mínimo de calificación. El inmigrante cubano tenía todas las de ganar.
Pero esa situación va a cambiar cuando los títulos, del nivel que sea, no se correspondan a las reales habilidades y conocimientos necesarios para desempeñar determinada posición, cuando al empleador le ocurra lo mismo que al maestro de primaria, es decir cuando comprenda que una cosa es lo que dice el papel y otra la realidad. ‘Que una cosa es con violín y otra con guitarra’.
Hace unos pocos años atrás los alumnos, tanto de primaria como del nivel secundario, que llegaban de Cuba a este país transitaban con facilidad e incluso con destacado éxito el sistema educacional que aquí encontraban. Su único problema era el idioma y eso se resolvía con mayor o menor dificultad con las clases de ESOL [English for speakers of other languages]. La adaptación de los alumnos de procedencia cubana se producía generalmente sin ningún traumatismo. Ya no es lo mismo.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que en unos pocos años se haya producido esta catástrofe? ¿Qué factores han determinado esta penosa situación?
Las raíces de esta situación parten desde 1960. En ese año se cerraron las Escuelas Normales y se hizo el llamado a la formación de los Maestros Voluntarios los cuales iban a cubrir las aulas hasta en los más recónditos lugares del país. La formación que esos jóvenes recibieron en distintos campamentos en la Sierra Maestra no fue la más adecuada desde un punto de vista magisterial, pero sí ideológicamente. Los jóvenes que se incorporaron a los distintos destacamentos provenían de una reserva de graduados de bachillerato o escuela técnicas, que por diferentes razones no habían continuado estudios o no estaban empleados, eran parte de un fondo de valores materiales e inmateriales que se despilfarraron en pocos años..
Eran grupos con adecuado nivel de preparación en materias generales lo cual facilitaba su posterior labor en las aulas, aunque en la práctica muchos de ellos jamás entraron a un aula realizando las más diversas funciones en campos ajenos a la educación en muchos casos. El gobierno estaba hambriento de personas de probada condición ‘revolucionaria’ y quienes más probados que estos maestros en cierne que habían ascendidos tres veces el Turquino, por aquellos años prueba máxima de solidez ideológica. La espiral del desastre dio su primer giro descendente.
Poco después se abrió en el mismo escenario montuoso la Escuela de Formación de Maestros ‘Anton Makarenko’, que se nutrió de igual forma de jóvenes con una buena preparación heredada del pasado republicano, sin embargo las difíciles condiciones en que tenían que realizar sus estudios, la lejanía de sus hogares, los métodos disciplinarios extremos, llevaron a que mucho del entusiasmo inicial de estos jóvenes se esfumara produciéndose el fenómeno de las deserciones [los rajaos] problema que trataron de solucionar aplicando métodos aún más coercitivos.
Finalmente movieron la Escuela para instalaciones provisionales en Tarará, pero ya el daño estaba hecho pocos jóvenes deseaban ser maestros y los requisitos de captación fueron disminuyendo hasta que con sexto grado se entraba a esa Escuela. La espiral del desastre dio otro giro descendente.
La explosión demográfica de los años 60’ comenzó a presionar en la enseñanza primaria ya para la segunda mitad de esa década, eran necesaria más aulas o se incrementaba de forma inaceptable el hacinamiento en las existentes produciendo una correlación alumno/maestro en nada propicio para una adecuada enseñanza. Las aulas fueron improvisadas en casas que se adaptaban como escuelas, ya que el ritmo de construcción de nuevas escuelas ni remotamente se aproximaba a satisfacer las crecientes necesidades.
A esa aulas improvisadas fueron maestros también improvisados, alumnos de la Escuela de Formación que sin aún tener el mínimo necesario iban a cubrir las aulas, como supuesta práctica docente, e impartir unos conocimientos mal digeridos. Así la espiral dio una nueva vuelta.
La presión demográfica llega al nivel medio, y se pretende darle solución con el uso masivo de la televisión en las llamadas ‘teleclases’ que después un alumno aventajado [monitor] debería concluir con un sistema de preguntas u otras formas de consolidación del material docente. La experiencia duró unos tres años, fue un fracaso total. Otro giro de la espiral.
Paralelamente se genera un movimiento de búsqueda de posibles profesores entre aquellos que habían quedado desempleados en la llamada ‘Campaña contra el burocratismo’ y personas que por diversas y variadas razones carecían de empleo o estaban en disposición de cambiar de profesión para la sin lugar a dudas prestigiosa de profesor de Secundaria o de Preuniversitario, los salarios eran relativamente competitivos y aquellos que en sus antiguas profesiones tuviesen un mayor salario se le respetaba. Naturalmente estos nuevos profesores carecían de la experiencia pedagógica necesaria pero comparado con lo que vino después, eran lumbreras y obtuvieron sus títulos en cursos acelerados. Fue otra vuelta de la espiral.
Las escuelas de formación de maestros no daban abasto a las necesidades crecientes derivadas del crecimiento demográfico unido al envejecimiento y natural retiro de los maestros normalistas aún en ejercicio. Se contrataba prácticamente a cualquiera que pudiese demostrar un mínimo de entereza ideológica, se le ponía a trabajar y se le daba seminarios de preparación para ejercer la profesión magisterial. La imagen del maestro sufrió un deterioro ante los ojos del resto de la población: maestro podía ser cualquiera e incluso había que cazarlos a lazo.
La apertura de las Escuelas en el Campo [ESBEC e IPUEC] demandaron más profesores y dispuestos a someterse a la vida monacal que esas escuelas demandaban. Solución: los Contingentes Pedagógicos, alumnos graduados de Pre que bajo una intensa presión y con el riesgo de no conseguir otra carrera más acorde a sus intereses o vocación, aceptaban integrarse a esos contingentes. De hecho la palabra vocación desapareció del vocabulario, no habían vocaciones sino demandas sociales.
Estos jóvenes prácticamente obligados a realizar una actividad que demanda mucho más que lo que puede dar alguien que no sienta amor por su profesión, constituyeron una vuelta más en la espiral del desastre.
Esto sin considerar que las condiciones de aislamiento de estas escuelas, carentes de una real tutoría y de los más elementales controles devinieron en centros donde los jóvenes se enfrentaban en muchos casos, por primera vez a una experiencia sexual, que en ocasiones se constituían en grupales, con participación tanto de los alumnos como de sus pretensos profesores. Muchas de estas escuelas fueron universidades no solo de promiscuidad sino de formas de violencia organizada, no solo toleradas sino que en muchos casos propiciadas por la dirección de estos planteles.
Ya en los años 90 la crisis de transporte concomitante con el llamado ‘período especial’ comenzó a afectar a las Universidades que en honor a la verdad habían tratado de mantener su nivel, con independencia de la utilización de los llamados ‘alumnos-instructores’. Comenzó un proceso de descentralización de las Facultades abriendo sedes en determinados municipios que facilitaran la asistencia de los alumnos de los municipios colindantes. Claro que con el claustro normal era imposible subvenir esa descentralización, hubo que ampliar los claustros deteriorando la calidad de los mismos.
Por otra parte el ‘período especial’ generó un éxodo masivo de maestros y profesores hacia actividades mejor retribuidas, más lucrativas, concretamente las relacionadas con el turismo. Este fenómeno indetenible aparejado al normal proceso de retiro del personal docente generó un déficit de miles de maestros y profesores en las aulas. Y giró descendentemente la espiral, al tratar de buscarle una solución a esta problemática perenne de la educación en Cuba.
Asi hace ya unos años, en pleno siglo XXI, la espiral del desastre ha girado una vez más con los llamados ‘profesores generales integrales’, ¿que cosa es esto?. Sencillo, como penúltimo estertor de un sistema en total deterioro, se eliminaron las cátedras es decir que ahora son dos grandes grupos de asignaturas: Ciencias y Letras. Esto que pudiera ser interpretado como una opción lógica en la búsqueda de la integralidad de las materias, lo cual estaría en correspondencia con ciertas teorías y movimientos pedagógicos contemporáneos, en realidad sólo pretende reducir el número de profesores necesarios en cada centro docente.
El concepto de integralidad requiere algo más que poner un profesor a impartir todas las ciencias, por ejemplo, sino generar temas, programas, curriculum, que expresen esa integralidad de los diferentes campos del saber de una forma nuclear e intrínseca al desarrollo temático propuesto. Y este no es el caso, en lo absoluto. Por ejemplo lo que se realiza es impartir los programas de manera acelerada: tres meses de biología, tres de física y tres de química sin que exista integración alguna de esos contenidos.
Se retomó el fracaso de las teleclases, ahora ‘video-clases’ con resultados similares, dada la falta de preparación de los ‘profesores emergentes’ que deben darle continuidad al proceso de enseñanza-aprendizaje que estos medios y recursos inician, pero que no pueden completar, como es lógico, de manera efectiva.
El quehacer didáctico de estos profesores emergentes recibe semanalmente alguna forma de orientación, generalmente por profesores retirados que por decreto han sido reintegrados a estas tareas manteniéndoles su retiro más un salario por su labor de orientación. Pero el problema no es de metodología de la enseñanza, no es asunto de forma, sino de contenido, es que estos ‘profesores’, no dominan los contenidos que deben impartir, así de simple.
La situación se hace más crítica en la ciudad de La Habana donde esos ‘profesores’ tienen que ser importados de otras provincias ya que la juventud habanera no está interesada en esas lides. Esto añade más tensión a un proceso de por si llevado a sus extremos, ya que estos ‘profesores’, que reciben un pago mínimo tiene que vivir hacinados en albergues mal acondicionados y que no son estimulantes precisamente de actividades intelectuales.
El grado de deterioro es tan evidente que la crítica vino desde adentro y desde dónde quizás menos se pudiera esperar: Alfredo Guevara; en una intervención en el VII Congreso de la UNEAC señaló, copio textualmente:
“¿Puede la escuela primaria y secundaria y el pre (preuniversitario), tal y cual han llegado a ser, regenteadas por criterios y prácticas descabellados e ignorantes de principios pedagógicos, sicológicos elementales, y violadora de derechos familiares, ser formadora de niños y adolescentes, y por tanto fundar futuro?” “Jamás podrá construirse con solidez a partir de dogmas, empecinamiento, desconocimiento de la realidad real o ignorando los mensajes alertadores de la experiencia y de los ciudadanos”
¿Cuántas veces más tendrá que girar la espiral para que se comprenda que el sistema se ha agotado a si mismo, que no es viable, que es un total y rotundo desastre?
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