Waldo Acebo Meireles
Terminada, o casi terminada, la comprensible reacción que en algunos países estuvo al borde de la histeria, es necesario hacer un breve recuento.
El H1N1 ya era conocido desde por lo menos diciembre de 1985 cuando un joven en una granja en Wiscosin contrajo una gripe, relativamente benigna que lo mantuvo en cama tres días y que no trasmitió a sus familiares. Algunos investigadores relacionan esta variante del virus de la gripe con la pandemia de 1918 que mató a más 100 millones de personas.
La gripe es, en la mayor parte del mundo, una enfermedad estacional, para la cual se utilizan vacunas elaboradas específicamente para las variantes probables que puedan afectar en ese año, es decir que no existe una vacuna que evite todas las variantes posibles del virus de la gripe. Por otra parte millones de personas son afectadas cada año y la mortalidad se produce básicamente en personas mayores, débiles, o niños pequeños, mujeres embarazadas y personas con enfermedades crónicas.
A mediados de marzo se produjo un brote de gripe en México, al mismo tiempo en el sur de California se reportaron dos casos de niños enfermos que el “Centers for Disease Control and Prevention” [CDC], ubicado en Atlanta, Georgia, identificó como infectados por el H1N1. Muestras de sangre de los enfermos mexicanos fueron enviadas a un laboratorio en Winnipeg, Canadá, donde se encontró que eran positivas a esa variante del virus de la gripe. La epidemia fue evolucionando lentamente y empezaron a detectarse casos en otros lugares de EE.UU. y México.
El 29 de abril la OMS, Organización Mundial de la Salud, WHO por sus siglas en inglés, lanzó la alarma al determinarse la existencia de casos en diferentes países, como: Austria (1),
Canada (13), Alemania (3), Israel (2), Nueva Zelandia (3), España (4) y el Reino Unido.
El “Centro de Control y Prevención de Enfermedades” de la Unión Europea coincidió con la OMS en la necesidad de lanzar el alerta, ya que la epidemia podía desatarse rápidamente y convertirse en una pandemia. Por suerte no ha ocurrido así.
México se comportó responsablemente y tomó medidas severas para evitar la difusión del virus, lo cual salvó vidas mexicanas y no solo mexicanas lo cual fue reconocido por la OMS, el mundo entero debe agradecer a México por las medidas tomadas, a pesar de lo que, con ello, afectó a su debilitada economía.
Sin embargo ante esta amenaza de pandemia no todos reaccionaron igual: Castro acusó a México de ocultamiento de la epidemia para no afectar la visita del presidente de los EE.UU.; Argentina, Cuba, China y Singapur de inmediato suspendieron los vuelos hacia, o desde, México; cierta prensa comenzó a elucubrar conspiraciones de los laboratorios para promover la venta de las medicinas que atacan esos virus; otros acusaron directamente al ex- Secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld por sus relación con los laboratorios que producen el Tamiflu, uno de los dos productos farmacéuticos que pueden ser utiles en el tratamiento del H1N1. Hay quienes acusan al gobierno mexicano de suspender la manifestación del 1º de Mayo, porque iba a ser una demostración anti-gubernamental, otros opinan que la cuestión es alejar de los titulares lo referido a la crisis económica, el asunto de las torturas, etc., etc.
En Egipto no solo se procedió a matar toda la población porcina, [los musulmanes no consumen carne de puerco] sino que grupos islamistas declararon que el H1N1 era “una venganza de Alá contra los infieles”.
El ministro de Salud de Indonesia, Siti Supari, acusó directamente a las compañías farmacéuticas y aunque dos días después se retractó sin embargo declaró que las variantes de virus de la gripe que se encuentran en su país son propiedad de Indonesia, estableciendo así el ‘principio’ de soberanía viral.
Indudablemente que vivimos en un mundo loco, loco. Pero esas reacciones son realmente una amenaza para la salud mundial, tanto o más que cualquier epidemia viral.
Terminada, o casi terminada, la comprensible reacción que en algunos países estuvo al borde de la histeria, es necesario hacer un breve recuento.
El H1N1 ya era conocido desde por lo menos diciembre de 1985 cuando un joven en una granja en Wiscosin contrajo una gripe, relativamente benigna que lo mantuvo en cama tres días y que no trasmitió a sus familiares. Algunos investigadores relacionan esta variante del virus de la gripe con la pandemia de 1918 que mató a más 100 millones de personas.
La gripe es, en la mayor parte del mundo, una enfermedad estacional, para la cual se utilizan vacunas elaboradas específicamente para las variantes probables que puedan afectar en ese año, es decir que no existe una vacuna que evite todas las variantes posibles del virus de la gripe. Por otra parte millones de personas son afectadas cada año y la mortalidad se produce básicamente en personas mayores, débiles, o niños pequeños, mujeres embarazadas y personas con enfermedades crónicas.
A mediados de marzo se produjo un brote de gripe en México, al mismo tiempo en el sur de California se reportaron dos casos de niños enfermos que el “Centers for Disease Control and Prevention” [CDC], ubicado en Atlanta, Georgia, identificó como infectados por el H1N1. Muestras de sangre de los enfermos mexicanos fueron enviadas a un laboratorio en Winnipeg, Canadá, donde se encontró que eran positivas a esa variante del virus de la gripe. La epidemia fue evolucionando lentamente y empezaron a detectarse casos en otros lugares de EE.UU. y México.
El 29 de abril la OMS, Organización Mundial de la Salud, WHO por sus siglas en inglés, lanzó la alarma al determinarse la existencia de casos en diferentes países, como: Austria (1),
Canada (13), Alemania (3), Israel (2), Nueva Zelandia (3), España (4) y el Reino Unido.
El “Centro de Control y Prevención de Enfermedades” de la Unión Europea coincidió con la OMS en la necesidad de lanzar el alerta, ya que la epidemia podía desatarse rápidamente y convertirse en una pandemia. Por suerte no ha ocurrido así.
México se comportó responsablemente y tomó medidas severas para evitar la difusión del virus, lo cual salvó vidas mexicanas y no solo mexicanas lo cual fue reconocido por la OMS, el mundo entero debe agradecer a México por las medidas tomadas, a pesar de lo que, con ello, afectó a su debilitada economía.
Sin embargo ante esta amenaza de pandemia no todos reaccionaron igual: Castro acusó a México de ocultamiento de la epidemia para no afectar la visita del presidente de los EE.UU.; Argentina, Cuba, China y Singapur de inmediato suspendieron los vuelos hacia, o desde, México; cierta prensa comenzó a elucubrar conspiraciones de los laboratorios para promover la venta de las medicinas que atacan esos virus; otros acusaron directamente al ex- Secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld por sus relación con los laboratorios que producen el Tamiflu, uno de los dos productos farmacéuticos que pueden ser utiles en el tratamiento del H1N1. Hay quienes acusan al gobierno mexicano de suspender la manifestación del 1º de Mayo, porque iba a ser una demostración anti-gubernamental, otros opinan que la cuestión es alejar de los titulares lo referido a la crisis económica, el asunto de las torturas, etc., etc.
En Egipto no solo se procedió a matar toda la población porcina, [los musulmanes no consumen carne de puerco] sino que grupos islamistas declararon que el H1N1 era “una venganza de Alá contra los infieles”.
El ministro de Salud de Indonesia, Siti Supari, acusó directamente a las compañías farmacéuticas y aunque dos días después se retractó sin embargo declaró que las variantes de virus de la gripe que se encuentran en su país son propiedad de Indonesia, estableciendo así el ‘principio’ de soberanía viral.
Indudablemente que vivimos en un mundo loco, loco. Pero esas reacciones son realmente una amenaza para la salud mundial, tanto o más que cualquier epidemia viral.
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