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viernes, 13 de marzo de 2015

El antiimperialismo pro-norteamericano de los cubanos [II y final]

Waldo Acebo Meireles.

Los vientos que soplaban del norte actuando contra natura se llevaron a los marielitos, creando con ello las condiciones no sólo para una nueva película de Hollywood, sino para la entrada de más popis y jeans.

Ahora ya no funcionaban las historietas de los médicos manejando ascensores, ingenieros lavando platos y demás leyendas, que aunque teniendo, como toda leyenda, una base real ya con ellas no se podía adormecer a la gente. Con esos cuentos de terror y espanto ya no se le metía miedo a nadie.

Como alguien, que prefiero no mencionar, una vez dijo: Los hechos son tercos. Y los hechos decían claramente y con mucha terqueza de que los cubanos seguían admirando el norte, que ahora incluía a una buena cantidad de cubanos que habían tenido éxito, por lo menos relativamente y en comparación con los que habían permanecido en la isla, o por si alguien se molesta, en el archipiélago.

El conflicto se agudizó, el trastorno bipolar de los cubanos se hizo crítico. A ello contribuyeron factores diversos y el uso de esos factores por la retórica oficial de una forma tenaz y justificada. El bloqueo, el embargo, o como prefiramos llamarlo ha sido una constante en la alienación criolla. Llevada hasta el paroxismo por el culto sagrado a los “cinco héroes”, rescatados de las mazmorras bien cebaditos y ahora ‘enmedallados’.

No es para menos, descontando el uso y abuso de este asunto en los medios de propaganda, para la justificación de todos los problemas, no desmiente lo que alguna vez dijo Benjamin Franklyn sobre la definición de la locura; como alguien que repite una y otra vez las mismas acciones esperando un diferente resultado. El embargo es la locura política usada a su vez para mantener enajenado a todo un país.

Pero la irracionalidad no se limita, desgraciadamente a esto, hay más y más agresivo y disonante. Los gritos de “baños de sangre”, las hiperbólicas demandas de recuperar casas, tierras, fábricas y lo que sea, no son precisamente pastillitas de diazepam. Tampoco los energúmenos discutiendo sobre la viabilidad antihistórica del estado 51 ayudan mucho.

Ello quizás explique el fenómeno de gente que ya no cree en que ninguna solución de la situación cubana pueda producirse desde la retórica gubernamental y a la vez se niega a aceptar las propuestas que admiran en el vecino. El dicho popular “esto no hay quien lo tumbe pero tampoco hay quien lo arregle”, refleja esa impotencia de la pragmática popular que como siempre eclosiona en el choteo.

Ese desagrado por las fórmulas, pero no por los productos, de la sociedad de consumo tiene un sustrato conciente, o inconsciente, en varios aspectos de la realidad cubana, por una parte la comprensión, pero no aceptación, de que por ejemplo los retiros a los 55 o los 60; la educación universal gratuita; la medicina gratuita; las licencias extendidas de maternidad y otros ‘logros’ similares con independencia de los defectos que tengan no podrán ser mantenidos dentro de una economía racional en un país como el nuestro, es algo que preocupa a todos los ‘beneficiarios’. Saben que es imposible mantener semejante sistema de beneficios pero, por muy deteriorados que en realidad estén, no quieren perderlos.

Y por otro lado la penetración controlada y limitada de fórmulas capitalistas en manos de inversionistas extranjeros en determinados sectores, tampoco es algo para tranquilizar a nadie ya que esos capitalistas han usado las variantes más agresivas apoyadas e incrementadas por sus contrapartidas nacionales. En resumen capitalismo salvaje plus bestialidad burocrática. Pero nueva ambivalencia, los cubanos se matan por dejarse explotar por los nuevos colonizadores españoles, o de donde sean.

¡Vaya que no hay dios que entienda!

No, en realidad todo esta clarito, clarito, lo que quieren los cubanos es lo mejor de cada mundo posible, es como un Pangloss multidimensional, es el optimismo llevado a la apoteosis, es la bobería disfrazada de genialidad, es el tapar el sol con un dedo y el otro…, es lo imposible visto como perfectamente realizable a corto plazo y sin mucho problema.

Ahora se ha destapado el embullo, que no es igual a entusiasmo, con la prometida reanudación de pretensas relaciones diplomáticas entre los gobiernos raulista y obamista. Es la nueva utopía cubiche, con la ventaja de que mientras se cumple pueden seguir gritando:

¡Manden más que estamos ganando!


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