Francamente nunca
he pensado que el establecimiento de una democracia en Cuba sea una tarea
fácil, incluso realizable; el comportamiento de los cubanos aquí en los EE.
UU., las formas de dirimir sus diferencias en cuanto a el camino a seguir para
liberar a Cuba de la dictadura castrista, las posiciones extremas y los
denuestos, que habitualmente se lanzan unos a otros, por no coincidir en cuanto
a esas opiniones, han sido el pan nuestro de cada día a lo largo de estos años.
El que no coincide con alguna opinión está equivocado y punto.
Ahora se produce el
triste caso de las “Damas de Blanco” y su similitud con las actitudes y
acciones del castrismo es sorprendente: una líder que nadie eligió que no
acepta críticas, que castiga con las herramientas económicas que están a su
alcance y que además expulsa a los miembros que no acepten sus criterios no es
más que una caricatura vestida de blanco del ‘máximo líder’.
La agresión a
Alejandrina García de la Riva por turbas vestidas de blanco es una copia
ingrata de las ‘brigadas de respuesta rápida’, los gritos de traición
recordaban a los mítines de repudio y los gritos de gusanos y otras lindezas
ejecutadas por las ‘masas organizadas’ por la Seguridad del Estado en contra de
los disidentes y las propias “Damas de Blanco”; solo faltó que fueran a
Matanzas a pintarle letreros ignominiosos en la casa de Alejandrina.
En realidad esto se
venía venir, hace unos meses, se suscitó una desavenencia con un grupo de las
“Damas de Blanco” orientales y con la organización de disidentes Unión
Patriótica de Cuba [UNPACU] que no terminó de la mejor manera y se dirimió
públicamente en un conocido programa de la televisión miamense.
Sin lugar a dudas
que medio siglo de recibir y disfrutar en carne propia las enseñanzas de un
régimen totalitario, omnipresente y omnisapiente tienen que dejar huellas
profundas en la psiquis del cubano, pero inculpar de estos hechos al daño
antropológico que sobre la nación cubana ha infringido el castrismo es un tanto
injusto.
Nuestros
antecedentes de racionalidad política dejan mucho que desear. Durante la
República senadores y representantes se insultaban sin compasión y en más de
una ocasión se sacaron las ‘45’ en los hemiciclos capitolinos, o se cayeron a
tiros en zonas cercanas, nada comparado al parlamentarismo inglés.
Más atrás, durante
nuestras guerras de independencia, en la República en Armas, los
comportamientos en las Asambleas de Guáimaro, Jimaguayú, La Yaya no fueron
ejemplos de civilidad. En más de una ocasión un discurso elegante fue
respondido con una violencia de proporciones bíblicas; entre Asamblea y
Asamblea se destituyó al ‘Padre de la Patria’ y a la larga eso ocasionó su
muerte. La Asamblea del Cerro, durante la primera ocupación americana, acabó
como la fiesta del Guatao, después de destituir a Máximo Gómez bajo acusaciones
irresponsables que no tomaron en cuenta las consecuencias de estas acciones.
Esta es nuestra
historia, no tenemos otra a mano, y el que no esté de acuerdo está totalmente
equivocado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán estar relacionados al asunto que se comenta, lo cual debería ser lo normal, y se debe evitar el uso de peyorativos e insultos personales.