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miércoles, 26 de enero de 2011

La rebelión de los cocheros.

 Waldo Acebo Meireles
Lo que comenzó en Bayamo, se repitió en Sancti Spiritu y más recientemente en Santa Clara; las protestas de los cocheros por los exorbitantes y abusivos impuestos que la nueva política del gobierno les impone a estos propietarios de coches.
Es fácil de explicar por qué las protestas se han iniciado por este sector, la larga tradición que acompaña a este servicio de transporte hace que los cocheros tengan sus cuentas muy claras y sepan perfectamente que es lo que se puede o no se puede pagar como tasas de impuestos y otras contribuciones en esta actividad. Por otra parte los cocheros forman, sin proponérselo, una especie de cofradía, donde comparten sus problemas y sus desavenencias con las medidas gubernamentales.
No es lo que ocurre con el resto de las actividades autorizadas en que no existe ni las tradiciones ni las  interrelaciones entre sus participantes, de aquí que ni tengan muy claro lo que pueda o no ser admisible, ni las reales posibilidades de sobrevivencia en el marco legal e impositivo existente.
Los cocheros saben bien lo que se traen entre manos y los cálculos realizados por la periodista Sara Sariol Sosa en el periódico “La Demajagua” de Bayamo no los pueden confundir, ya que ellos saben lo que pueden o no aceptar. Los cálculos de la periodista reflejan que las cargas impositivas anuales son de 29.3 %, lo cual es superior a la que existía hasta el momento que era de un 16%. Sin embargo en sus cálculos incluye dos errores gruesos: el primero es que en realidad el impuesto personal que tiene un carácter progresivo puede llegar a un 50% y el segundo error es la limitada deducción que se hace de los gastos de la actividad.
El establecer en un 20% los gastos deducibles de la actividad parte de un criterio que refleja el desconocimiento de los verdaderos gastos que están implícitos en la misma. Los gastos no solo son la alimentación de los caballos, que deben ser por lo menos dos, ya que uno sólo no podría realizar la actividad de arrastrar el coche durante todo el día, sino que hay que añadirle el continuo mantenimiento que necesitan los coches para que puedan funcionar con seguridad, lo cual incluye gastos de talabartería, de carpintería, herrería, etc. mas los gastos contingentes en medicinas y veterinario.
Pero además en el afán de reducir los ingresos al mínimo y evitar la acumulación de ‘capitales’ pues impiden que los cocheros creen un fondo imprescindible de dinero que le permita solventar la depreciación de su medio básico, el coche, que a pesar de que sea mantenido periódicamente llega el momento en que es necesario sustituirlo y el/los caballos que tienen una vida útil limitada y si no se amortiza su costo cuando llegue el momento de sustituirlo no habría con que. Tomen en cuenta que el costo de un caballo regular anda en el orden de los 5-6 mil pesos, y un coche puede estar alrededor de esa misma cantidad. Por tanto un cochero tiene que tener no menos de $6000 en fondo para sustituir en cualquier momento un caballo que haya llegado al final de su vida útil.
El gobierno de Santa Clara ante la devolución de las licencias de aproximadamente 200 cocheros tomo una decisión salomónica de un inefable cinismo: dejar que los precios de los servicios de los cocheros floten para que sea el mercado el que determine, por tanto como ellos no piensan disminuir las cargas impositivas que sea el precio determinado por la libre oferta y demanda.
Paladinamente le pasaron el problema a la población, y a los cocheros, que entraran en puja para encontrar el precio adecuado de lo cual a la larga se derivará o una paralización de esos servicios por escasa demanda, o un precio reducido a un nivel inaceptable para los cocheros.
Otras poblaciones de Cuba con alta presencia de coches como Cárdenas, por ejemplo, están en esta misma situación, es de esperar que más tarde o temprano en esas poblaciones se reproduzca el fenómeno, salvo, lo cual dudo que el gobierno central decida revalorizar las cargas impositivas y gravámenes a ese ramo del servicio público.

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