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jueves, 27 de noviembre de 2008

Recordando el 27 de noviembre.


[publicado originalmente en E. Ichikawa]

Waldo Acebo Meireles

No vamos a entrar al análisis, tantas veces realizado, sobre la inocencia de los estudiantes en cuanto a desacralizar la tumba de Gonzalo Castañón, ni tampoco sobre la culpabilidad de lo mismos, también múltiples veces reiterada, en cuanto a jóvenes amante de su patria. Vamos a referirnos a los monumentos que recuerdan esos funestos hechos.

Descontemos de entrada el parque “27 de noviembre”, que con sus bloques de concreto en las inmediaciones de San Lázaro e Infanta, no podemos considerar propiamente un monumento y empecemos por el primero que fue erigido en la fosa común que originalmente existió en el Cementerio de Colón[1], este pequeño y simple monumento, hoy desaparecido, dio paso con el traslado de los restos a un lugar más adecuado a uno de los ejemplos escultóricos de interés en el camposanto de 12 y Zapata.

· La primera obra escultórica

En 1889 por cuestación pública se erigió la tumba definitiva, esta tarea la llevó a cabo, con el fervor que lo caracterizaba, Fermín Valdés Domínguez, quien pagó de su peculio el lote de terreno donde se erigió el panteón[2]. La obra escultórica fue realizada en mármol de Carrara, por el escultor cubano José Vilalta Saavedra[3].

Este escultor mulato, radicado en Roma, dejó entre otras obras, el grupo escultórico que preside la entrada al cementerio y que representa las tres virtudes teologales, creado en 1904; el Martí del Parque Central en 1905 [con su errónea representación del escudo nacional][4] y el conjunto escultórico conocido como el panteón de ‘La Milagrosa’. Estas son sus obras más conocidas, todas ellas reflejando cierto espíritu romántico con reminiscencias del clasicismo greco-romano.

· La segunda obra escultórica

La segunda obra en rememoración de los estudiantes de medicina se la debemos también a Fermín Valdés Domínguez, aunque de manera indirecta. A mediados de 1901 el gobernador norteamericano Leonardo Wood dio la orden de demoler el antiguo edificio conocido como “Barracón de los Ingenieros” en los terrenos del Castillo de La Punta, uno de los paños del mismo había sido utilizado como paredón de fusilamiento[5]. Valdés Domínguez se personó antes el general y solicitó mantener un fragmento del muro a lo cual Wood accedió y felicitó el interés de salvaguardar la historia del país.

En 1908 el Ayuntamiento habanero decide levantar un monumento en ese lugar y se enfrenta a la Havana Electric Railway Co. que poseía para esos momentos los terrenos y se opuso tenazmente a cederlos. Pero la controversia se solucionó, gracias a la presión popular, y se erigió un templete que rodea y cubre el paño del muro. El mismo consiste de una planta octogonal sobre la que se alzan ocho columnas dóricas, además se añadió una placa en mármol en recordación de los caídos.

· Una obra en el poblado de Colón, Matanzas

Considerada cómo la única obra dedicada a los estudiantes en el interior del país, la misma fue realizada a finales de los años 40 por el escultor Fernando Taboada quien dejó una extensa obra de retratos y pequeños grupos escultóricos, [murió en 1980 ciego y olvidado en su taller del Cotorro] entre ellas se destaca el grupo que creó en la tumba de Ms. Ryder y su perro Rinti, ella fue la fundadora del Bando de Piedad en Cuba, y su perro se negó ha abandonar la tumba hasta morir de inanición. Decenas de bustos, incluyendo, entre otros a Maceo, Hemingway, Finlay, dejan constancia de sus excelencias como retratista.

La obra de Taboada la podemos considerar dentro del estilo art-deco y se caracteriza por las formas redondeadas y ondulantes; la dedicada a los estudiantes refleja un hada, o similar, que con sus cabellos flotando solo deja visible los rostros de los ocho estudiantes a los cuales intenta proteger con sus brazos extendidos alrededor. Es una bella representación aunque en un modesto emplazamiento.

· El tributo secreto.

Entre los estudiantes acusados se encontraba el bejucaleño Isidro Zertucha Ojeda, para su suerte en el ‘justicero’ sorteo sólo le tocaron 4 años de prisión, y recibió indulto, a regañadientes, el 10 de mayo 1872, junto con el resto de los supervivientes, gracias a la reacción del pueblo madrileño ante la injusticia cometida. Su hermano Máximo pudo huir y no ser encausado terminando sus estudios en México; en 1896 se unió a las tropas mambisas llegando a ser el médico de Antonio Maceo, redactando el acta de defunción del mismo.

Isidro Zertucha también terminó sus estudios convirtiéndose en un respetado y querido médico en su Bejucal natal. A finales de 1880 pasó a ser Regidor del Ayuntamiento, ocupando posteriormente el cargo de Alcalde, en 1887 estuvo entre los firmantes de la carta de agradecimiento a Fermín Valdés Domínguez por toda su labor reclamando justicia para los estudiantes asesinados.

En su breve estadía como alcalde dispuso la remodelación de la Plaza de Armas y para ello destinó parte de los fondos de la municipalidad, más los suyos, a erigir una estatua que sería la figura central del parque.

La escultura la realizó José Vilalta Saavedra, de quien ya hemos hablado, y representa a una diosa de la justicia sin venda, sosteniendo una balanza inclinada a la izquierda, ¡qué casualidad! Los bejucaleños la llaman afectuosa y jocosamente: la bodeguera.

A esta escultura la rodean ocho palmas[6] y ocho grandes florones en bronce el mismo material empleado en la balanza, aunque la estatua es de mármol de Carrara blanco[7]. El significado de este monumento es evidente, aunque Zertucha nunca lo admitió... ni lo desmintió.

Al inicio de la guerra del 95 Zertucha fue depuesto de su cargo el cual recuperó en 1899 por la Orden 91 del gobierno militar y en ese mismo año formó parte del grupo de exhumación de los restos de Maceo y Panchito Gómez Toro que encabezaba el Generalísimo Máximo Gómez.

Isidro Zertucha se mantuvo vinculado a las ideas autonomistas, a diferencia de su hermano Máximo que era independentista, ambos eran patriotas devotos y de probada dedicación y desarrollaron, uno en Bejucal y el otro en Melena del Sur, una extensa labor sanitaria y cultural.

Pero Isidro, como ya mencionamos, jamás dio su brazo a torcer en relación al monumento, que de él aceptar lo que es evidente le quitaría al pueblo de Colón la primacía por la posesión del único monumento a los estudiantes en el interior del país, ya que Bejucal tiene uno y desde el siglo XIX.


[1] En realidad no fueron enterrado en el cementerio recién inaugurado sino en las afueras, en lo que le llamaba ‘San Antonio Chiquito’, que no era tierra santa y a un metro más de profundidad siguiendo órdenes de la Iglesia.
[2] Fermín Valdés Domínguez le pagó a la Iglesia 919.80 pesos oro por la parcela, y al escultor se le pagó 20,860.57, colectados en la población, es decir que el costo total fue 21,780 pesos oro lo cual no se cuánto representa en pesos actuales o CUC, pero es un ‘billete largo’.
[3] El monumentote 10 metros de altura posee una amplia base donde se conservan los restos mortales de los jóvenes. Asimismo, tiene tres figuras femeninas marmóreas que significan la Inocencia, la Justicia y la Conciencia Pública. La Justicia, sin venda en los ojos, sostiene una balanza inclinada a la izquierda, y ya sabemos por experiencia lo que puede significar una ‘justicia zurda’.
[4] Por si a alguien le interesa, el error consiste en que aparecen seis franjas en lugar de cinco.
[5] La iconografía tradicional, el cuadro de Manuel Mesa, representa el fusilamiento como masivo, en realidad fueron fusilados de dos en dos.
[6] En 1915 en el parque de Guanajay también se sembraron ocho palmas en homenaje a los estudiantes.
[7] En el siglo XX, se le añadió una tarja de bronce con la efigie de Antonio Maceo que se puede ver en la foto de más arriba.

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