Waldo Acebo Meireles
Que yo sepa, o recuerde, solo existe un caso
anterior en el que el líder original de un proceso revolucionario entrase en
conflicto con su sucesor en el poder, y me refiero a las cartas de Lenin al
Comité Central conocidas como su testamento y que algunos consideran apócrifas.
En ellas Lenin critica a Stalin con fuerza y no solo duda de que el mismo este
a la altura del cargo Secretario General del Partido, sino que invita a que sea
remplazado del mismo.
No resulta tan contundente e imperiosa esta
última comunicación del exmandatario alejado de sus prerrogativas como él mismo
admite desde el 2006, pero que sin embargo ha estado, a lo largo de estos años,
opinando, aconsejando y discutiendo sobre los más diversos asuntos: nacionales,
internacionales e inclusos cósmicos.
Esta llamada carta a la FEU deja en la boca
cierto sabor a reticencia, a inconformidad, a una especie de pataleta comedida
de un líder desposeído de su juguete primordial: el poder omnímodo, el cual le
permitió poner a un país entero en la ruina.
El pueblo de Cuba recibió este caudal de
sabiduría por todos los medios disponibles, la televisión y el libelo conocido
como ‘Granma’ y se habrá enterado de varias cosas que desconocía: aún están
viviendo en el período especial en tiempo de paz cuestión que nunca había sido
aclarada, por lo menos oficialmente, aunque se vivía a diario.
También se enteraron que en dos ocasiones los
cubanos estuvieron en las mirillas de las armas nucleares, una cuando la Crisis
de Octubre y la otra cuando los sudafricano estuvieron dispuestos a utilizar
bombas nucleares contra las tropas cubanas si se aventuraban a cruzar la
frontera, esto fue confirmado recientemente en una entrevista en la televisión miamense
por el Gral. Rafael del Pino que se entrevistó con el alto mando de la aviación
militar de Sudáfrica en busca de información para el libro que estaba
redactando.
Ahora el pueblo también sabe que el anciano
ex-gobernante no está del todo convencido, más bien está totalmente desconfiado
con relación a las intenciones de los EE.UU., esto debe haber caído como el
clásico jarro de agua fría sobre las esperanzas, sin lugar dudas hiper-infladas,
que los cubanos habían puesto en estas negociaciones.
Sin embargo algo positivo debemos de apuntarle
al dictador en cama: a lo largo de los años, y hasta ahora, ha sido consecuente
con su decisión tomada desde la prehistoria de este drama insular de que su
verdadera lucha era contra el vecino del norte, como él dice al final de su
carta: “Con este espíritu he luchado y
continuaré luchando hasta el último aliento.”
¡Solavaya!
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