Todos recordamos aquella ‘diplomacia del
ping-pong’ que llevó, durante el gobierno del republicano Richard Nixon, a que
en 1972 se reanudaran las relaciones entre EE. UU. y la China comunista. Ahora se ha sabido que
desde hace, aproximadamente unos 8 meses entre EE.UU. y la Cuba comunista había
comenzado la ‘diplomacia del espermatozoide’, la inefable ocurrencia que le
permitió a un espía condenado a dos sentencias de por vida a procrear por
control remoto.
Ahora sale a relucir semejante evento de
conjunciones internacionales entre EE. UU.-Panamá-Cuba triangulo necesario para
que una esposa con prohibición de entrar a EE. UU. por su acciones en suelo
americano, pudiese recibir la semilla germinadora de su esposo condenado a no
poder salir de EE. UU., también ahora resulta que tamaño acuerdo estuvo
motivado en la búsqueda de una mejoría de las condiciones de la prisión de Alan
Gross, o por lo menos algo parecido se ha insinuado.
Es decir cambiamos un proyecto de embrión de
espía por no sabemos que mejoras para el chivo expiatorio de Alan Gross, que
por cierto lucía bastante deteriorado a su salida de prisión y los acuerdos no
mejoraron su dentadura casi totalmente perdida. ¡Qué evidente comparación con
lo gordito, rosaditos y rozagantes de los tres espías liberados! Qué diferencia
entre la ergástula criolla y las prisiones federales con sus aires
acondicionados, comidas balanceadas, áreas de ejercicios y otras ventajas de
las prisiones imperiales.
Es todo un episodio rocambolesco escapado de
una novela de Frederick Forsyth, que ha
tenido que sufragar el pueblo cubano en cuanto a costos políticos y éticos y
seguramente los costos monetario fueron financiados por el simple contribuyente
americano, de dónde salieron esos fondos, de la CIA y sus fondos para
operaciones secretas o directamente de los del Departamento de Estado, o quizás
de los fondos de la Presidencia para su diplomacia encubierta con el oprobioso
régimen cubano. Qui lo sa.
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