Datos personales

Mi foto
Hialeah, Florida, United States

viernes, 25 de junio de 2010

Gente con suerte

Waldo Acebo Meireles

En estos días en que estamos aún impresionados por la cadavérica imagen de Ariel Sigler Amaya, la cual refleja el brutal tratamiento que recibió en el presidio político cubano nos llega la información por la Associated Press de lo mal que la pasó Adolfo Hitler en una cárcel alemana cuando fue condenado por el intento de golpe de estado conocido como el Putsch de Múnich o Putsch de la Cervecería el 8 y 9 de noviembre de 1923 en Múnich.

Hitler fue condenado a cinco años de los cuales cumplió sólo nueve meses –¿no les recuerda algo? – en la prisión de Landsberg en las cercanías de Munich, y en prisión todo indica que la pasó de lo mejor, recibía visitas casi a diario, sin restricción alguna, para el 20 de abril de 1924, día en que cumplía 35 años, recibió alrededor de 40 visitantes y aunque el artículo de la AP no lo dice seguro que sonaron tremendo fiestón.

Un asiduo visitante era el general Erich Ludendorf, considerado un héroe de la I Guerra Mundial, tal vez para ir leyendo las páginas del “Mein Kampf” que Hitler fue redactando en prisión, –¿no les recuerda algo? –.

Pero el tiempo pasado en prisión no sólo fue dedicado a atender visitantes, escribir panfletos y festejar cumpleaños, también le dedicó un tiempo a determinar que auto Mercedes Benz se compraría al salir de la cárcel, lo cual evidencia que sabía muy bien que no estaría mucho tiempo en la misma.

Estaba en duda entre comprar un modelo 11/40 o el 16/50 y además quería que el vendedor le hiciese un descuento en la compra o como le manifestó en una carta: ‘En cualquier caso resérveme el carro gris que usted tiene en Munich hasta que yo tenga claro mi futuro’.

Ya él tenía claro su próximo futuro, nada que hay gente que tiene suerte.


Foto de A. Hitler a la salida de prisión en 1924

domingo, 20 de junio de 2010

Un último aplauso para Juan Barona.


Texto y Fotos: Manuel Morales.[1]

En horas de la mañana del viernes 14 de julio falleció en Bejucal a los 80 años de edad el destacado actor, director teatral, historiador y promotor cultural Juan José Barona González.
Sus Honras fúnebres se celebraron en la iglesia  Parroquial de Bejucal donde la Santa Misa fue presidida por el Cura Párroco Pbro. Troadio Hernández Alayeto y cantada por el Coro Parroquial dirigido por Sor Nadieska Almeida Hermana que dirige el Hogar de Ancianos Santa Susana, quien estuvo acompañada por Sor María López y Sor Marlis Fadraga. Antes y después de la Eucaristía se escuchó Música de la Gran Diva bejucaleña Zoraida Marrero, amiga entrañable de Juan, y quien coincidentemente falleció un 11 de junio, seis años atrás. También se escuchó la canción Barrio Abrázame compuesta por Mario Miguel Guerra, alumno de Juan e interpretada por el Grupo Enfusión.

El Cortejo fúnebre estuvo acompañado por una Banda de Música de niños de la Escuela Primaria Ciro Redondo dirigida por Romeo Balmori  y a la entrada del Cementerio Municipal Los Tambores de Bejucal dirigidos por Robelio Pérez López (Yeyo) le dedicaron una conga además Alexis Hernández le dedicó un número y su hermano Sorelio Hernández le dedicó en la trompeta un fragmento del número de Alberto Cortés,  Cuando un amigo se va.

Al despedir el duelo el actor Lázaro Díaz Estévez, alumno y compañero de Juan recordó los últimos momentos del amigo querido en el policlínico de Bejucal cuando la médico doctora Mirelis González (nieta de Josefina Armenteros) le preguntó usted es Juan Barona y Juan asintió que sí historiador de Bejucal y de las charangas y casi con un hilo de voz Juan añadió y del Teatro. Manuel Morales Hernández, quien escribe esta crónica leyó: palabras escritas por la Doctora en Ciencias Sociales Aisnara Perera Díaz contenidas en su libro "Juan Barona Crónica de su propio viaje":
“Juan Barona podría ser un cubano más, pero lo distingue el ser habitante antiguo y protagonista de la historia de una localidad con identidad propia: Bejucal. Desconocer la relación entre la historia, la sociedad y el hombre que la habita y crea su obra a lo largo de ella, es imperdonable. Sería además absurdo desconocer el pasado. ¿De dónde viene Juan, de quiénes, que lo ha hecho de esta manera y no de otra? Las costumbres y tradiciones que su familia le proporcionaron a este bejucaleño, el sentido de la vida, que es reflejo y memoria de una época que ya no volverá.”  

Por ultimo el Padre Troadio bendijo la sepultura y roció con agua bendita el féretro  de Juan y la bóveda de su familia que guarda sus restos y todos los presentes le dimos un fuerte aplauso y gritos de bravo al artista, al historiador, al amigo y compañero por su mejor obra que fue su vida que tras llegar al acto final dejaba caer el telón, el cual se abrirá nuevamente en el Cielo y esta vez para siempre.

Junto a Juan estuvieron también  hasta el final sus amigos Macareño, Pedro Luís, el hijo de Regla Jiménez  y todo el pueblo que llenó el templo Parroquial y fue hasta el cementerio municipal bajo una fina llovizna que dejaron caer como lágrimas los cielos de esta ciudad.

Síntesis Biográfica de Juan Barona:
Su vida artística se inició el 10 de agosto de 1944 en la Compañía Juvenil de Bejucal que más tarde se convirtió en el grupo de teatro Blanca Becerra y colaboró con cuanto movimiento artístico y cultural se ha producido en todos estos años en este  municipio. 

Su grupo que fue la primera escuela de figuras de la cultura nacional como el teatrista y dramaturgo Carlos Díaz Alfonso, las sopranos María Ester Pérez y María Eugenia Barrios así como de la Instructora de Teatro y actriz retirada de Radio Progreso, Alicia Colón.

Estuvo muy ligado a las Charangas de Bejucal, fiestas populares y tradicionales, consideradas entre las tres más antiguas de Cuba, acerca de las cuales publicó un folleto en 1967.

Colaboró estrechamente con el Coro Municipal de Bejucal, el Taller Literario José María Martínez y el Cine club Evaristo Herrera así como  con todos los estudiantes que investigaron sobre la historia de Bejucal.

Donó al Museo Municipal de  Bejucal valiosos documentos relacionados con el arte la historia y la cultura local y nacional.

Juan Barona recibió Medalla y Diploma por el 280 Aniversario de la Fundación de la Ciudad de San Felipe y Santiago de Bejucal de la cual poseía la condición de hijo ilustre. Poseía el sello fundación de La Habana y era miembro de la Unión Nacional de Escritores  y Artistas de Cuba (UNEAC).

En su libro Crónica de su Propio viaje la Doctora en Ciencias Históricas Aisnara Perera Díaz expresó:

Juan Barona podría ser un cubano más, pero lo distingue el ser habitante antiguo y protagonista de la historia de una localidad con identidad propia: Bejucal. Desconocer la relación entre la historia, la sociedad y el hombre que la habita y crea su obra a lo largo de ella, es imperdonable. Sería además absurdo desconocer el pasado. ¿De dónde viene Juan, de quiénes, que lo ha hecho de esta manera y no de otra? Las costumbres y tradiciones que su familia le proporcionaron a este bejucaleño, el sentido de la vida, que es reflejo y memoria de una época que ya no volverá.”  




[1] Nota: Consideré oportuno tomar directamente este elogio póstumo del periodista bejucaleño Manuel Morales, sin embargo quisiera añadir algo que comprendo que el periodista no podía hacer y es señalar que a Barona lo estigmatizaron y lo condenaron al ostracismo en los años 70 debido a sus inclinaciones sexuales con ello la cultura en Bejucal sufrió un daño irreparable, por ejemplo el Grupo de Teatro Lírico que él había creado, y que llegó a presentar varias zarzuelas, desapareció. Waldo Acebo

lunes, 14 de junio de 2010

El problema agrario en Cuba


[publicado originalmente en Cubanálisis]


“In most developing countries, land is the most important asset, and is key to economic and thus political power… The solution is land reform, an orderly redistribution of assets” Fared Zakaria

Waldo Acebo Meireles

En ocasiones olvidamos que Cuba es un país agrario, que la principal fuente de riquezas es la agricultura, tal vez ello este motivado por el fenómeno, de signo contrario, de que Cuba es un país con una mayoría de la población viviendo en áreas urbanas. El problema agrario es un tema central en cualquier discusión o análisis acerca del futuro de nuestro país. Es más casi me siento tentado a decir que el problema agrario siempre ha sido un problema central en Cuba, y que las formas en que este asunto se ha resuelto, o no, a lo largo de la historia, han influido en los demás procesos económicos, sociales y políticos.

Sin embargo cuando leemos, o escuchamos, los proyectos que en ocasiones, por cierto que no muchas, se han elaborado para la reconstrucción del país, este primordial tema ni se menciona. Tomemos un ejemplo reciente que con el título de Para propiciar el día después” realiza una serie de proposiciones de que hacer para ese esperado día, y después. Podemos estar o no de acuerdo con lo que propone, pero lo que si consideramos un serio error es el pasar por alto qué medidas se tomaran con la propiedad agraria, qué se hará con los grandes latifundios estatales, cómo se va a lograr reconstruir la clase campesina virtualmente desaparecida, cómo se va a lograr elevar la producción alimentaria.[1] Quién y cómo va a facilitar los recursos económicos, imprescindibles en la actualidad, para llevar la agricultura a los niveles de producción necesarios para el abastecimiento del país.[2]

Considero que el análisis de esta problemática es medular y añadiría que impostergable y en ninguna forma debe ser considerado como un aspecto coyuntural, en Cuba hay que poner de cabeza las formas de explotación de la tierra, es necesaria una reforma agraria.

Reforma agraria hemos padecido de varias, y no me refiero solo a las de 1959 y 1963, aunque esas fueron las únicas que jurídicamente se presentaron como tales. A la llegada del conquistador y procederse a los repartos de tierras, y de paso de los indios encomendados, se produjo lo que podemos llamar nuestra primera reforma agraria. De una posesión natural de la tierra, más que posesión un uso, en la cual el aborigen se asentaba y utilizaba el medio como base de su sustento de manera natural sin otro ánimo que ese, de ese estado primigenio, cuasi edénico,  pasamos a una posesión refrendada por la fuerza y la aplicación más o menos consecuente de las ‘Leyes de Indias’.

El cabildo de La Habana con alegría y entusiasmo repartió corrales, hatos y estancias al ‘buen tun tun’, generando tal desastre que tomó varias décadas el solucionar el enredo que crearon. Eran aquellos inefables tiempos en que al recibir una real orden, que generalmente llegaba con casi un año de retraso firmada por la augusta persona, ni resolvía la situación que había demandado el interés del Rey, ni se ajustaba a los deseos de la poderosa, relativamente, oligarquía habanera. De ahí la deliciosa actuación de los regidores que tendría gran trascendencia en la sociología del cubano de los siglos posteriores, y que consistía en poner sobre su cabeza la orden real y proclamar con voz profunda y bien articulada: ‘Se acata… pero no se cumple’.

Pero llegó el siglo XVIII y el desarrollo de la industria azucarera se encontró, entre otros variados problemas, el del asunto de la posesión, que no era propiedad, de la tierra. Cómo iniciar una industria que requería, aún en aquellos primeros tiempos, de una inversión de capital que se tendría que realizar sobre la base de una ‘no propiedad’ del principal activo: la tierra.

No, a nadie se le ocurriría emplear su capital en y sobre algo de lo cual sólo tenía en el mejor de los casos un simple registro en las actas del Cabildo y que podía en cualquier momento ser retomado por su verdadero, por la gracia de Dios, propietario: el Rey.

El proceso de transformación de los corrales y hatos en pequeñas, medianas y grandes haciendas llevó años, miles de miles de legajos en el Archivo Nacional de Cuba recogen las batallas legales que se originaron en el proceso que conocemos como demolición de las haciendas comunales. Ese proceso que para ser completado requirió la sabiduría, habilidad y el ingenio de varios funcionarios y decenas de miembros de la naciente burguesía; marcó las bases para que la tierra, el principal activo, no sólo dejara de ser una posesión sino propiedad con todas las prerrogativas que de tal estatus se derivan, lo cual incluye su enajenación en un acto de compra y venta, dentro de los cánones del mercado capitalista.

Con el surgimiento del mercado de tierra se abrió una nueva etapa en esa reforma agraria y con ella la acumulación de tierras en pocas manos pero ya no como una posesión, sino como una propiedad, se desarrollaron las formas de explotación de la mano de obra que correspondía a esa nueva estructura con el aparcero, el arrendatario, el precaristas, todas ellas formas no feudales, como gustan de señalar ciertos historiadores, sino como formas de explotación vinculadas a la economía mercantil. La tierra misma era una mercancía.[3]

Sobre la explotación del esclavo y paralelamente a esa estructura no clásica de esclavitud se desarrolló esas otras formas de apropiación del trabajo ajeno. Cultivos como el del tabaco generaron una incipiente pequeña burguesía agraria y el desarrollo de la industria azucarera con la entrada de los adelantos técnicos en el siglo XIX fue preparando las bases del colonato, que nada tiene que ver con la forma de explotación del mismo nombre en los años finales de Roma, y que fuese precursora de las estructuras feudales.

El colonato en Cuba es la peculiar manera en que la separación de la industria de la agricultura se desarrolló, el mismo se agilizó con las guerras independentistas ampliando las bases de una burguesía agraria que tendría en la república un importante papel en los campos cubanos.

Otros no menos importante procesos de transformación agraria se produjeron en el siglo XIX como la desaparición de los llamados ‘bienes de mano muertas’ que eran posesiones de la Iglesia y que resultaban en grandes extensiones generalmente improductivas, o puestas a censo.

Al finalizar la guerra de independencia en 1898, prácticamente la estructura agraria de Cuba estaba finalizada y refrendada jurídicamente. Dos interesantes procesos se destacan a partir de ese momento: Uno la penetración del capital norteamericano y la compra de tierras que entre otros Sanguily y Juan Gualberto Gómez  trataron de frenar, lo cual visto desde la actual perspectiva era una tarea imposible, ya que se enfrentaban a las fuerzas del mercado capitalista, a sus avatares, a sus altas y bajas.

El otro y que, también queremos analizar desde la perspectiva actual, fue el proceso de reconstrucción de la agricultura después de los terribles destrozos ocasionados por la guerra, en particular en las provincias occidentales.

La tea, y más que la tea la ‘reconcentración’ dejaron nuestros campos desiertos, pocas cabezas de ganado en el occidente se salvaron del bandolerismo, las necesidades de las tropas españolas y mambisas, y de la hambruna generalizada. Los cultivos eran prácticamente inexistentes y sólo en los alrededores de las zonas fortificadas que defendían algunas de los poblados rurales. El censo de de 1899 deja claro los estragos sufridos por la guerra, el del 1907 nos deja entrever que esos estragos fueron superados en menos de los 8 años transcurridos de un censo al otro.

¿Cómo se produjo eso que podemos llamar milagro económico?  Tomemos en cuenta que ese proceso en nada dependió de inversiones extranjeras, sólo las pequeñas aportaciones de capital comercial en forma de ‘refacción’, de larga tradición en nuestros campos, y que generalmente era suministrada o por pequeños comerciantes de la zona o por otro campesino, aunque esto último no era lo común.

Sin bueyes, con la tierra yerma y necesitada de una profunda preparación, casi sin aperos, el campesino se aprestó, en primer término a alimentar a su familia y después a producir para el mercado. El campo rindió frutos y las hambrunas desaparecieron, y ninguna ayuda se recibió para aliviarla, fue el trabajo el que dio la solución. Para 1907 la población en la mayor parte de los pueblos y ciudades afectadas por la guerra se había recuperado y en muchos de ellos se incrementó con relación a 1895.

Sin empréstitos, ayuda o inversiones extranjeras, sin bancos que financiara la recuperación económica se logró la misma.

El siglo XX profundizó y expandió las formas capitalistas de explotación agraria sin con ello admitir que esto generó en todos los planos las más adecuadas formas de distribución y explotación de la tierra. El latifundio improductivo fue un mal de la república que intentó tibiamente eliminar en la Constitución del 40, ello justificó la reforma agraria de 1959 que tenía un fuerte fundamento económico y social, aún cuando el postulado ‘la tierra para quien la trabaja’ quedara prácticamente incumplido con la constitución de las ‘granjas del pueblo’ y las demás invenciones nominales que no fueron más que formas mal aplicadas de capitalismo de estado. El proceso refrendado por la llamada Segunda Reforma Agraria en 1963 ya carecía de un fundamento económico, su justificación era ideológica y su resultado la expropiación del campesino medio.

El desastre generado se hace evidente cuando tomamos la propia Habana que antes de 1959 prácticamente se auto abastecía, alrededor de la ciudad existía un cinturón de pequeñas propiedades que suministraban la leche, junto a modernas plantas para procesarla, además las legumbres y otros alimentos eran producidos a menos de 15 kilómetros del Capitolio, las lechugas y otras actuales rarezas eran sembradas por chinos y cubanos en pequeñísimas parcelas bien regadas por los pequeños arroyos tributarios del Almendares. La genial invención del Cordón de la Habana solo trató de reproducir algo que había existido y funcionado sin dificultades, dentro de la estructura de la agricultura mercantil, su resultado: ni café suficiente para una taza, arrasaron con los frutales, mangos, mameyes, guayabas, etc., y afectaron lo que quedaba de la producción de vegetales y flores en esa área.

Que esperar ahora de las tibias medidas tomada en el sector agrario a partir de la aplicación del Decreto-Ley 259; muy poco ya que  el problema de la propiedad de la tierra, en ese decreto no se soluciona sino que se reafirma la voluntad gubernamental de monopolizar la tierra.

Un breve análisis de ese Decreto nos dará la razón. Veamos:

Ya en su primer artículo, por no señalar desde el título del decreto, se presenta el primer problema: ARTÍCULO 1.- Se autoriza la entrega de tierras estatales ociosas en concepto de usufructo a personas naturales o jurídicas, las que serán utilizadas en forma racional y sostenible de conformidad con la aptitud de uso del suelo para la producción agropecuaria. Es decir que la tierra será entregada en usufructo y no en propiedad, con lo cual de hecho limita la utilización productiva y económica de la tierra. Quién va a invertir capitales en una tierra que no es de su propiedad y sólo la posee en usufructo.

En el segundo artículo se define el alcance temporal del usufructo cuando se señala: El usufructo concedido es por un término de hasta diez (10) años y podrá ser prorrogado sucesivamente por términos de hasta diez (10) años para las personas naturales… Cualquiera que tenga una mínima idea del tiempo necesario para que una inversión capital en la agricultura, por ejemplo la creación de acequia, se recupere no es de menos de 2-3 años, comprenderá que el término de 10 años, aunque prorrogables, es una limitación en el orden económico y por ende tecnológico.

El decreto establece otra limitaciones como es la del máximo de tierra que se le puede entregar a una personal natural: 13.42 hectáreas, es decir una caballería, que pueden ser, en casos que el decreto no deja aclarado, elevada hasta 40.26 ha. [3 caballerías]. Determinadas producciones no son rentables, ni incluso factibles, con esas limitaciones, por ejemplo la producción sostenible y comercial de leche.

Por último pero no finalmente, en sus “Disposiciones Finales”, deja un aspecto básico a definir en 30 días, el cual es el Reglamento para la aplicación de ese Decreto, de ese Reglamento no sabemos nada, absolutamente nada, aunque ya empiezan a aflorar condicionales como las de que el presunto usufructuario debe demostrar poseer los aperos y medios necesario para poner a producir la tierra, y los mismo sólo pueden ser adquiridos en pesos convertibles [CUC].

Quedó también pendiente el impuesto que gravará esa posesión, y el volumen del mismo puede hacer irrentable ese usufructo, sin considerar el precio inflado de los insumos y los deprimidos a la producción obtenida.

Este Decreto 259 no es ni por asomo lo que se necesita y esperar algo positivo del mismo es una ilusión que se convertirá en desengaños, una vez más. La situación agraria de Cuba es reversible y lo podría ser a corto plazo, para ello es necesario romper con los esquemas ideológicos de un socialismo inoperante, pero esa no es una tarea que, al parecer, quieran emprender los actuales gobernantes.

 Los campesinos, o aspirantes a tales, como ya mencionamos, solo reciben la tierra en posesión, y limitada a diez años, sin contar que las causales para perder el usufructo son múltiples y variadas. Con franqueza me resulta difícil de imaginar a alguien dispuesto a gastar capital, y a dedicar sus energías físicas a condicionar una tierra que le puede ser arrebatada en cualquier momento. Sin embargo al parecer se cuentan ya por miles los que tienen esa disposición, muchos de ellos esperando que la tramitación burocrática culmine y puedan ponerse a trabajar.

Pero el problema va más allá para tocar fondo. Veamos, si partimos de las cifras oficiales, veremos que se está entregando la tierra a un promedio de 10 ha. por solicitante, es decir menos que lo establecido por el decreto, esto puede ser perfectamente lógico ya que es posible que muchos solicitantes no lleguen a solicitar el máximo establecido en el decreto. El problema es otro si aceptamos que las cifras más serias establecen que el 65% de las tierras de cultivo están ociosas o como yo prefiero definirlas: abandonadas que no es igual. Entonces 4,4 millones de ha. están abandonadas por lo tanto será necesario entregarle tierras a 440 mil campesinos o aspirante, lo cual me parece bastante difícil de lograr en un país que aniquiló su clase campesina.

Las mismas cifras que se brindan oficialmente lo dejan bien claro el 80% de las solicitudes provienen de personas que no tienen tierra alguna, o sea son aspirantes a campesinos, más bien aspirante a  ‘precaristas’ que es como se le conocía en Cuba a aquellos que ponían en cultivo una parcela sin la seguridad de que el dueño no se la arrebatase en cualquier momento. Siendo todo esto así hace falta unos 300 mil aspirantes para supuestamente poner las tierras ociosas a producir.

Sin embargo el Decreto-Ley 259 ya de por si bastante tibio se ha ido aplicando con aún mayor apatía y lentitud en la base, que es donde se produce el proceso real de redistribución de las tierras. En la práctica criterios ideológicos, y no económicos ni en el mejor de los casos técnicos, han estado influenciando en la parsimonia en el otorgamiento de las tierras. En los municipios, arrogantes burócratas del partido, el poder popular o el ANAP, deciden de acuerdo a sus criterios quien tiene o no el suficiente aval político, o por lo menos no es un abierto contrarrevolucionario, que merezca recibir la posesión de la tierra.

Pierden de vista que esos no muy confiables campesinos actualmente, con todas las limitaciones que tienen para la adquisición de los insumos necesarios, con precios a sus producciones desestimulantes, producen más del 65% de la producción agropecuaria nacional, de ellos el 95% del tabaco; el 71% de la carne porcina; el 60% de las viandas y tubérculos; el 62% de las hortalizas; el 88% de los granos y el 60% de las frutas, y esta información es la ofrecida oficialmente y ya sabemos de que pata cojean las estadísticas cubanas.

Todos estos cometidos son impostergables para la recuperación económica del país y en particular para sentar las bases, por lo menos las bases, de una sociedad democrática, qué con ello no bastará, claro que no, pero sin ello considero que será imposible.

Necesitaremos otra reforma agraria.[4]



     







[1] Por ejemplo lo único que señala al respecto es  “La necesidad de llevar a cabo de forma inmediata reformas macroeconómicas con el fin de incrementar la producción de alimentos, buscar empleos, reducir los tremendos niveles de pobreza que deja la dictadura, entre otros aspectos. Son necesarios cambios en las relaciones de propiedad y de mercados. Hay que proceder de inmediato a la privatización selectiva de algunas empresas estatales y dejar que rijan la oferta y la demanda.”
[2] Otro ejemplo de un proyecto en que el tema agrario no se aborda, e incluso se toca muy de pasada el tema económico es la llamada “Carta del Nuevo País”. Sobre la economía la única referencia es: “son únicamente válidos y legítimos aquellos principios de organización social, económica y política que puedan ser racionalmente definidos y aceptados, sin coerción, por todos los ciudadanos”
[3] En mi criterio, sobre la base de mis investigaciones históricas en la fenecida provincia de La Habana, es la apertura del mercado libre de la tierra, la posibilidad de vender y comprar la tierra como un activo básico como un elemento  fundamental del capital lo que determina el desarrollo y el auge económico del siglo XIX, y el surgimiento de una burguesía en Cuba, con independencia de que la mano de obra principal sea esclava.
[4] Y una revolución moral ya que lo que llamamos el milagro económico, después de la Guerra de Independencia, fue realizado por campesinos con una recia moral de trabajo, con un deseo irreprimible de poner a producir la tierra y alimentar a su familia, esa moral de trabajo se ha perdido en gran medida en nuestro país.