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lunes, 23 de marzo de 2009

Sobre los conflictos de Rolando Rodríguez

Waldo Acebo Meireles.

Le doy la razón en algo al historiador- filósofo-novelista –funcionario, y no tiene que ser en ese orden, Rolando Rodríguez y es en el que los historiadores, o los que escriben de historia por mejor decir, deberían de aprender a narrar para lograr el interés de los alumnos.

Sin embargo en ese presupuesto se esconde una añagaza, que consiste en que por muy bien que narre el pretenso historiador si parte de tomar, como hace Rodríguez, ‘La historia me absolverá’, como uno de los cinco textos indispensables para conocer nuestra historia, entonces no va a ser muy atractiva esa historia. De ese tipo de historia estamos ya saturados.

Creo que también podemos aceptar como válido su opinión de que “El problema es que si no entiendes el siglo XIX, nunca entenderás el XX.” Tampoco vamos a entender este siglo XXI si no entendemos los últimos 50 años del XX.

Pero ese párrafo además de incluir una loa definitiva a la Revolución y Fidel, lo cual pone en entredicho su disposición a escribir una historia verdadera, incluye el siguiente criterio sobre las posibilidad y necesidad de escribir la historia de estos últimos 50 años: “Aunque desde ahora declaro que será difícil de escribir ese medio siglo porque casi no hay papeles. Las computadoras van a matar la historia”.

¿Qué no hay papeles? Sí que los hay lo que no al alcance de los historiadores, por poner un ejemplo, todos, quizás no todos, los documentos del INRA se encuentran en el Archivo Nacional y forman parte de un fondo llamado ‘verde’ [parece que la intención es que se lo coma algún chivo] y es inaccesible, echarle la culpa a las computadoras es un subterfugio poco serio. Y esto para no hablar de los documentos que estuvieron bajo el control directo de Celia Sánchez y que sólo fueron accesible, parcialmente, a un investigador soviético, lo cual despertó los callados, o dichos en voz muy baja, resquemores de todos aquellos que en su momento pretendieron entrar en el ‘sancta sanctorum’ de las fuentes primarias sobre el proceso revolucionario.

Tal vez Rolando Rodríguez sea el próximo iniciado que pueda acceder a los misterios de ese proceso, lo único es que dudo de que pueda escribir esa historia de la que él habla: sin buenos ni malos.

Imágenes futuras

Waldo Acebo Meireles

La vision de ‘Contra las bestias del olvido’ del diseñador cubano Erik Ravelo me ha provocado un conflicto de sentimientos a veces no tan opuestos como contrastantes.

La imagen de una Marilyn Monroe envejecida, aquel terso cuello ahora lleno de arrugas, la que fuera una mirada de provocativa ha perdido su fuego detras de unos parpados caidos, los carnosos y sensuales labios ahora están resecos, esa imagen ha generado en mi la desazón que produce ver lo destructivo que resulta el paso de uno a través del tiempo, el sin sentido de un símbolo que se diluye en este caso un simbolo sexual que tuvo una trascendencia casi universal.

La otra imagen es la del ‘Che’, barba canosa, arrugas bajo los ojos, en la frente, casi oculta por la boina de siempre, bajo los labios, la nariz que se ha afilado, pero los ojos, aún rodeados de arrugas miran torvamente, aquí la imagen se corresponde con mi vision del personaje, este no es el simbolo libertario, profético, rebelde que seguirá llenando las camisetas de los jovenes que se lancen a manifestarse por cualquier justa, o no, demanda. Este no el simbolo del futuro luminoso, es el simbolo del presente desastroso.

Conociendo el valor de una imagen, no me refiero a aquello de que valen por mil palabras, sino precisamente lo contrario que las sustituyen y se prenden en la iconografia del inconsciente estimulando pasiones o desencantos. Conociendo ese valor es que ha resultado un regalo para el futuro de nuestro país las imagenes del déspota en Addidas, con los ojos hundidos, casi sin pelo, el rostro cadavérico, esa será la imagen que quedará porque lo retratan en su ser interno y no aquellas saltando de un tanque, o mirando al futuro debajo de una boina verde, o aquella bañado, peinadito, y de uniforme de gala discurseando en algún congreso del glorioso partido.

Esa será la imagen que aparecerá en los futuros textos de Historia y no aquellas otras, y esos futuros alumnos se preguntaran por lo bajo: “¿Y este fue el que jodió el pais? “

sábado, 7 de marzo de 2009

El dilema de la Cucarachita Martina

Waldo Acebo Meireles

Este clásico de la cuentística infantil, posee, como cualquier cuento que se respete, múltiples interpretaciones: que si refleja el feminismo, que si tiene un trasfondo racista ya que la oscura cucaracha optó por blanquear su rostro con polvos, o por el contrario, antirracista ya que se casó con un ser de otra especie, que si es machista dado que la hacendosa cucarachita era quien limpiaba, cocinaba, etc., etc. De lo que no hay dudas es que tiene un final que los hermanos Grimm hubiesen envidiado: El ratoncito Pérez muere achicharrado al caerse en una olla de sopa hirviendo. ¡Le zumba, que cuentecito infantil este!

Pero los clásicos siempre, o casi siempre, tienen una enseñanza que en el asunto que nos ocupa no es precisamente el de evitar comer cebollas. Lo que nos interesa es el dilema de la cucarachita, el cual tiene dos partes, dos momentos trascendentes. El primero es ¿qué me compró?, y el segundo es ¿con quién me caso?

No se por qué, pero el dilema de la cucarachita me recuerda el dilema de los cubanos [de Cuba, porque para lo de acá no hay dilema: “No Castro No Problem] Supongo que sea por el hecho, no estadísticamente demostrado, que uno de las deficiencias actuales de la mayoría de los cubanos es la de su incapacidad de tomar decisiones; incapacidad adquirida durante casi medio siglo de patrocinio del pensamiento, de protección paternalista, de emasculamiento de la reflexión, de, en resumen, la inhabilidad, probablemente no conscientemente estructurada y generada, de comparar, pensar, decidir y actuar de manera independiente, sin necesidad de consultar memos, orientaciones, directrices, mirar para arriba, o casi siempre por encima del hombro, y otras actitudes muy saludables en una sociedad donde se premia la obediencia sin límite, la mediocridad rampante y, desde hace buen tiempo, la fe, que ya no es la confianza, en los dirigentes.

Pero la Srta. Martina, nacida, criada y educada en otra época, resolvió sus dilemas, bien o mal, que ese es otro asunto, pero los resolvió ella solita. Cuando se ganó, o se encontró, su centavito, que el cuento no nos dice si era un “quilo prieto” de los del Lincoln, o si era un centavo de los de la estrella solitaria, o de los de Martí; ella miró su dinerito y tomó su decisión, no sin profundas disquisiciones: comprar polvos, tal vez hubiese sido más sensato hacer otra cosa con tamaña riqueza, pero esa fue su decisión entre las múltiples que tenía y debemos respetar su cucarachil resolución.

Después toda empolvada se sentó en el portal y cuanta bestia pasaba se enamoraba de ella [al parecer no fue tan mala decisión la compra de los polvos] y le decían que qué bonita estaba y si se quería casar, a lo cual ella contestaba con una suprema modestia y le añadía una pregunta con una nada oculta trascendencia erótica: ¿Qué tu haces por la noche? Al fin encontró el príncipe azul de sus sueños y se casó con el Ratoncito Pérez, que muchos malpensados consideran lo hizo por interés ya que era pariente cercano del millonario Mickey Mouse.

El trágico final poco tuvo que ver con las decisiones de la cucarachita, sino con la desobediencia del escaldado ratón y su inmoderado apetito.

Cuál es la moraleja, no creo que sea ‘no te compres polvo’, o ‘no te cases con ratones’, o ‘no hagas sopas de cebolla’, sino pienso que la moraleja es: ‘no confíes en que tu pareja te va a hacer caso, no lo dejes solo y mantén el control de tu casa’.

¿Serán los cubanos capaces de decidir, para bien o para mal, que comprar? ¿Serán capaces luego de seleccionar su pareja, sea ello por amor o por interés? Y por último y lo más importante: ¿Serán capaces de mantener el control de sus acciones y de su destino?

De nuevo con las remesas.


Waldo Acebo Meireles

Yo debo estar equivocado, yo tengo que estarlo si el Wall Street Journal en su edición digital confirma que Cuba recibe más de 1,400 millones en remesas familiares: “Cuba can expect remittances this year of more than $1.4 billion, up from about $1 billion in 2004 and $766 million a decade ago, according to Cuban government statistics and U.S. academics.”

Quizás el asunto está en que yo no tengo acceso a las fuentes del gobierno cubano, ni a la de los académicos.

Las fuentes cubanas no se brindan sin embargo la de los académicos sí: el Dr.Manuel Orozco del Inter-American Dialogue.

También pudimos saber cómo se llegó a esa cifra: Un ‘survey’ de 500 personas, 300 en EE. UU. y 200 en Cuba.

Respeto el procedimiento de investigación, y parto del supuesto de que la selección de la muestra de 500 fue realizada con el mayor rigor científico y sin ninguna posibilidad de sesgo estadístico, pero al parecer estos son aquellos que no encajan en los cubanos, de aquí y de allá, que yo conozco, pero como anteriormente señalé, puede ocurrir, pero a mi me sigue sin jugar la cifra con el billete.